octubre 01, 2007

Eskizorial

«Pero el mundo interior del esquizoide no parece tener nada de apasionante, como lo demuestran sus frecuentes quejas de vaciedad y falta de temas para comunicar...» (Valdés en Vallejos, 1996, p. 568)

De haber sabido que esa era la opinión de los expertos quizás lo hubieramos pensado dos veces antes de ponerle el nombre a este pasquín. Cuando lo leí me dio como una extraña sensación de predestinación. Así como cuando abres el horóscopo y todo parece calzar a la perfección con lo que estás viviendo.

No quiero sonar melodramático. De hecho, es algo que probablemente no le afecte solamente a este pasquín. Según me dijeron por ahí, la mismísima Ety dijo en alguna ocasión que todo psicólogo tiene algo de esquizoide. Quizás es la forma en que nos hemos parado al mundo y "lo esquizoide" es una de nuestras tantas proyecciones a los fenómenos humanos que vemos día a día.

De pronto el mismo CEPS es esquizoide. O todo lo contrario. Ellos tienen mucho rock que comunicar sólo que nadie los pesca.

Ahora que se viene la semana de Escuela tendremos la oportunidad de corroborarlo. Una semana de Escuela que, según he escuchado por ahí, son dos semanas de Escuela. Una para "afuera" y las grandes cúpulas y otra que sería su apéndice o correlato a nivel estudiantil. Porque, al parecer, hay una semana de escuela que se viene con grandes reuniones, cócteles y recapitulaciones, abrazos y sendas estrechadas de mano, sonrisitas y lagrimones, sobaduras de espaldas y chupaduras de... medias. A la que por razones que desconocemos (y al parecer no nos interesa conocer) no estamos invitados. La nuestra es una semana mucho más rockera, futbolera (o winningelevenera) y por lo mismo fálica, luisduquera también, donde no podía faltar una guerra de agua (?). Y que de pronto pienso... con un leve sesgo masculino. (Tal vez por eso nadie participa... y hey, no me malinterpreten, yo no fui el que dijo que un toro podía fecundar mil vacas. Si tienen dudas al respecto, pregúntenle a Sharim).

En fin. Esta edición llega tarde pero llega. (Llega enfiestado de aniversario). El número de septiembre se perdió en alguna fonda. No se molesten en buscarlo. Quizás está llorando en una esquina, con un vaso de chicha en la mano y lamentándose que no tienen nada que contar, que está vacío por dentro... quizás ese Esquizoide necesita un psicólogo.

Freud y la Puntuación Hermenéutica

por Rodrigo Farías

En Presencias Reales, George Steiner plantea que las principales tradiciones hermenéuticas occidentales pueden necesitar intentos por una finalidad acordada a la lectura -y al comentario- interminable. Existe la posibilidad de que la infinita proliferación de lo secundario ahogue al texto primario, y es ahí que dichas tradiciones proclaman límites formales al posible despliegue de la inventiva interpretativa, es decir, lo que Steiner llama una “puntuación hermenéutica”. ¿Pero que pasa con el psicoanálisis? Primero, lo entendemos como la exégesis del texto freudiano, la exploración continua de sus posibilidades ocultas y sus verdades no develadas, o como menciona el argentino Mauro Vallejo en Incidencias en el Psicoanálisis de la Obra de Michel Foucault, aquel discurso “motorizado en el infinito comentario del texto freudiano (y que lo) establece como palabra primera”. La pregunta es, entonces, ¿cómo contener el comentario del comentario, a falta de una gran Summa Psicoanalítica? O en otras palabras, ¿cómo saber qué es la verdad en psicoanálisis, y qué es mera herejía? La respuesta primera, por supuesto, es que en psicoanálisis no existe la verdad, sino que la disciplina es, ella misma, un tipo de búsqueda por la verdad, o incluso de cuestionamiento de los discursos que la predican; mas un intento crítico de respuesta, aunque erróneo, es siempre superior a la mera complacencia.

La idea recién expuesta no implica que el psicoanálisis sea la mera repetición de lo ya dicho, sino el descubrimiento de lo escondido, la continua formalización de lo informe. De no ser así, ¿podríamos efectivamente señalar que 70 años de psicoanálisis después de Freud (y he ahí el tema real del presente ensayo, intentar concebir reglas de producción de un “después de Freud”) son meras repeticiones de la palabra originaria? Claramente no. La repetición implica pasividad, recepción y recitación monástica; el comentario, en cambio, búsqueda y entusiasmo escolástico; mas específicamente, el comentario es la novedad de la repetición. El problema es el rol de Freud no tanto como creador de un discurso cerrado en si mismo, sino de los márgenes y de lo permitido de dicho discurso, de manera que la dispersión del comentario nunca atente contra el acto inicial. La función de Freud no es la de cualquier creador dentro de la historia de su creación; sino la de garante último de legalidad.

Para Vallejo, cualquier premisa psicoanalítica que aspire a ascender al status de verdad psicoanalítica, debe remitirse, en última instancia, a Freud. El modelo paradigmático aquí es Lacan, quien no solo dice “El psicoanálisis es Freud. Si se quiere hacer psicoanálisis, hay que referirse a Freud, en sus términos, en sus definiciones, leídas e interpretadas en su sentido literal”, sino que mantiene una actitud de lo ya allí, de que él sólo devela lo oculto en Freud. La realidad, aquel referente externo al texto freudiano, se convierte en un problema debido a que la última palabra, la ultima sanción de rectitud, no es aquella presencia –mas que la realidad ¿aquella tierra prometida llamada “la clínica”, tal vez?- sino el texto mismo, continuamente revivido en su letra. Así, la exégesis atenta y detallada de aquel que develó la verdad pulsional permite validar al maniqueísmo naturalista de Klein, al Freud normalizante y pedagogo de la self psychology, y al Freud lector de Hegel, Nietzsche y Saussure de Lacan. Sólo queda el intento tautológico de que Freud mismo sea el arbitro final para la autenticidad de psicoanálisis.

Nos encontramos, entonces, con el problema de conciliar la proclama freudiana por una continua investigación analítica, incluso experimental (motivo que, entre otros, lo llevó a analogar a su nueva ciencia con la física y la química) con su estricta actitud frente a lo que se decía bajo el nombre de “psicoanálisis”. Pues Freud no sólo era el amo absoluto de su feudo, él lo sabía; tenía sus discípulos atentos y respetuosos, su iglesia propia y la capacidad de excomulgar (pensemos en Ferenczi cuestionando el carácter fantasioso de los relatos de abuso supuestamente dados por histéricas a Freud, en su consiguiente alejamiento del grupo y en la acusación hecha por Jones de las fantasías del disidente de asesinar a Freud). Es en esta construcción de las formalidades básicas de la institución –no sólo del discurso- en la que se convertiría el psicoanálisis, que Freud se puso como centro legislador de todo aquello que apelara a analítico. El problema: Freud, que para algunos teorizó científicamente -y para siempre- acerca del artificio que es la conciencia transparente a si misma de la modernidad, paradójicamente actuaba en su disciplina como el capitán de su barco, mientras negaba dicho ideal como una mera ficción narcisista. Así, el último humano narcisista daba la última estocada al narcisismo humano.

De esta forma, la actitud vigilante tras la continua objetivación del psicoanálisis como disciplina espejo de una realidad ahora innegable, el Inconsciente (de manera que Freud pareciera seguir al psicoanálisis y no al revés), la vemos en un ejemplo dado por Paul-Laurent Assoun en Freud, la Filosofía y los Filósofos: frente al rechazo de Freud hacia algunos desarrollos de Adler debido a su carácter aparentemente especulativo, el primero dice: “la teoría de Adler era desde el principio un sistema, cosa que el psicoanálisis evita cuidadosamente ser”. Muchas ideas son objetables a ésta última frase (y Assoun llega a la condescendencia en su intento de no criticar a Freud, aun cuando su propia exposición devela las contradicciones e insuficiencias de sus justificaciones) pero aquí es llamativo que ya en 1914, Freud daba cuenta de la existencia de una entidad llamada psicoanálisis que, a primera vista, no equivale ni coincide con él mismo. Pero sabemos que eso no es así y que al hablar del psicoanálisis como entidad externa a él, Freud negaba su propio estatus -innegable para cualquiera ligeramente familiarizado con los orígenes del discurso analítico- de amo y señor de su creación. Evidentemente, él esperaba que se estableciera esa distinción entre él mismo y aquel discurso -distinción problematizada en este escrito-, pero si ella existiera realmente no se explicaría el rol de Freud en el psicoanálisis, completamente diferente al que tienen otros iniciadores en las respectivas disciplinas que posibilitaron.

Volvamos ahora a la pregunta inicial por la puntuación hermenéutica propia al discurso psicoanalítico. Ya podemos responderla diciendo que es Freud, la unidad hombre-texto, la puntuación hermenéutica de éste. Incluso previo a su muerte, la función más importante de Freud (darle coherencia, unidad y pertenencia a lo que en nombre de su disciplina se escribía) fue introyectada por sus discípulos de manera tal que ya no se necesitara su continua vigilancia y control. Como ha dicho otro autor, este es el doble vínculo del discurso analítico: Freud es su obligatoria condición de posibilidad y al mismo tiempo, de imposibilidad. El psicoanálisis es el discurso que comienza y termina con Freud, él mismo funciona como su puntuación hermenéutica retroactiva y su letra viva es la que dice que esto se aceptará, pero no aquello.

Caso Abierto

Hoy: ¿Las relaciones amorosas de pareja están en crisis?

Sí. Aunque debo decir que sólo hablaré de la realidad más cercana, entiéndase nuestro país, donde las infidelidades y las demostraciones de “me cago en el amor” -como dice la famosa canción-, no sólo son parte de la mayoría de las historias amorosas conyugales de todo nivel (pololeos, matrimonios, convivientes, etc.) sino que también hay información de encuestas donde aparecen números irrisorios de profanación completa del compromiso. Entonces, ¿Somos los chilenos “picados de la araña”? o ¿Hay otras razones que están banalizando progresivamente aquello por lo que teníamos entendido que era el amor? Aunque es tentadora la opción de inclinarme por la idea de que el chileno es por naturaleza “picado de la araña”, creo que no hay como justificarlo; por lo tanto, creo que hay dos razones del por qué estamos cagándonos en el amor constantemente. Una se relaciona a que los chilenos nos conformamos con lo que hay, es decir, no elegimos pareja; preferimos estar mal (o más o menos) acompañados a estar solos. Entonces, cuando las personas no están convencidas de sus parejas, a la primera oportunidad de estar con alguien que de verdad le provoque esa sensación de idealización/admiración/de alineación de los planetas, que en otras palabras es sentir las llamadas “mariposas en la guata”; obviamente es infiel, o en el mejor de los casos termina para intentar estar con quien de verdad “l@ mata”.

La segunda razón se relaciona y potencia con la primera y se refiere a que el compromiso, como tal, ha sido pisoteado. Y no sólo eso, también las palabras “querer” o incluso “amar” son cada vez menos valoradas, y nosotros los jóvenes hemos llevado tales palabras a prácticamente la utilidad de muletillas. Sin conocernos mucho pensamos y afirmamos que amamos, sin saber el calibre de tal afirmación, ni responsabilizarnos por lo que ello conlleva.

En síntesis, las relaciones amorosas de pareja están crisis porque primero no elegimos a la persona que nos gusta, que nos provoca esa extraña sensación entre agitación, malestar nervioso leve, y tensión constante; que se mezcla con idealización, admiración, y pérdida de la cabeza por fantasías mentales de escenarios posibles con quien se adueña de nuestros pensamientos. Y segundo, porque una vez que la relación se formaliza y se desarrolla en el tiempo -lo que se traduce en parte en una pérdida de las “mariposas en la guata”- provoca que ello sumado a la banalización del compromiso, y de las declaraciones de amor eterno, las relaciones se conviertan en productos de consumo desechables.

En conclusión, como ya se ha dicho en esta columna, siempre el caso queda abierto; y por supuesto en temas de amor nadie dijo que fuera fácil, ni que hubiera receta; pero creo que tenemos más posibilidades de entendernos, y de hacernos responsables de las experiencias que elegimos vivir, si intentamos lograr esa historia amorosa que parece de cuento de hadas – como muestra la película: “El diario de una pasión”- , y así jugarnos la posibilidad de poder ser parte de los privilegiados -contados con lo dedos- que pueden decir que en la vida, en tanto a relaciones de pareja, estuvieron en el amor.

La concretitud de la exclusión: elementos de reflexión para ‘Cristianismo y sistemas económicos’

Quisiera ampliar y redirigir la reflexión que abrió Franco sobre el Cristianismo y los sistemas económicos.

Las preguntas con que se abría el debate se caracterizaban por mirar la temática en abstracción. Se entendía el cristianismo como una doctrina más que como una opción vital que se manifiesta en la pasión por el darse al otro. Entiendo que las abstracciones nos son muy sabrosas a los psicólogos: son siempre un desafío intelectual. Pero siento que si queremos llegar a algún lado con el pensar, éste debe estar fuertemente arraigado por la concretitud y cotidianeidad de los que sufren. Y en ningún momento olvidarnos de la justicia y la transformación social, deseo que no está en nosotros sino en los millones de rostros latinoamericanos que hoy sobreviven en la marginalidad de la pobreza.

No sólo hablamos, entonces, de sistemas económicos y sistemas religiosos. Hablamos también de dolor y exclusión de personas concretas, y del pecado social que cometemos al desentendernos. Hablamos del rol que debemos ocupar como futuros profesionales, en un continente donde hablar de teología y economía es siempre preguntarnos por lo sórdido de la marginalidad. Es sólo por la concretitud de la exclusión y por nuestra responsabilidad frente a ella que este Caso Abierto es relevante.

Como dice Redoles: nadie se mete en güeas por Gaete!!!

La otra vez en un consejo de presidentes propuse realizar un mitting, y ante la cara de asombro materializada posteriormente en la pregunta sobre ¿Qué es un mitting? Respondí: bueno, es una movilización en la cual un grupo masivo de personas acuerdan juntarse en un lugar a cierta hora para manifestarse, es decir, es una intervención, distinta de una marcha cuya esencia es juntarse para caminar hacia el lugar donde se quiere manifestar. Lo que me llamó profundamente la atención es que pese a las características algo más postmodernas de una intervención como el mitting, y pese a que no me esperaba que la idea fuese apoyada por la mayoría del consejo, tampoco esperaba encontrarme a estas alturas con que en el imaginario de nuestros compañeros dirigentes (gremialistas en mayoría) estuviera tan presente la idea de que cualquier “junta” o protesta pública estuviese directamente relacionada con el marxismo leninismo y la tomas y anarquía y descontrol y expropiaciones y quizás cuanta maldad más junta susceptible de llenar aquel significante, que como me percate, estaba aún vacío. Es más, en este tiempo me he dado cuenta que tienen la de que la izquierda se junta a idear malévolos planes y que actúa en bloque como lo hacen ellos, cuando todos saben que la izquierda en la UC esta más muerta que Gaete (quién mato a Gaete? los cuetes). La sorpresa se debe a que las manifestaciones como los mitting hace rato que pasaron a ser propiedad de los más diversos e inofensivos (y otros no tanto) grupos que sienten la necesidad de intervenir el espacio público y privado, desde el fun club de my chemical romance, hasta los ecologistas kamikazes europeos que protestan contra el calentamiento global siendo que se toman y ocupan en sus artefactos casi toda el agua del mundo, pasando por la gente de liberación animal, que estoicamente se ponen afuera de casa central para protestar contra la vivisección y la experimentación que realiza la UC con animales vivos.

Pero el tema no son las articulaciones del registro de lo simbólico en los distintos movimientos políticos respecto a los fenómenos sociales, sino más bien en nosotros como generación...

Resulta que un día, así de la nada (lo cual no es cierto) aparecieron los secundarios que protestaban contra la LOCE, y claro, el gobierno no los pescó. Sin embargo, los pingüinos encontraron una forma de hacer que todo el país los mirara y empatizara con ellos a tal punto que el típico “son puros vándalos” no se sostenía y todos tuvieron que salir a decir que eran tan buenos, inteligentes y tiernos. Cuento corto, se tuvo obligadamente que hablar del tema y ganaron por así decirlo, pero!, no contentos con la política de gobernar sin una idea sino que juntando a los especialistas de todos los sectores políticos para hacer algo que deje contentos a todos, llegaron y se bajaron del comité asesor y ahí están. Lo que quiero decir, es que parece que ya no se contentan con que los viejos los estigmaticen por la prensa para luego tomarse fotitos con abrazos y sonrisas, y para luego volverlos a tratar como niños. Algo tienen ellos que no tenemos nosotros que los hace menos conformistas, menos cautelosos y más atrevidos, bueno, así también lograron mucho mas de lo que, sumado, hemos hecho tanto cuando éramos secundarios como ahora Por otro lado está el mundo de los adultos, el cual determinado por la huella mnémica de la dictadura hace que aún en democracia cualquier movimiento social genere una extraña ansiedad de castración que sigue haciendo necesario a un estadista o figura de autoridad que sea capaz de golpear la mesa tipo Lagos. Es más, dado que en el gobierno de Bachelet todos “se subieron por el chorro” tuvieron que recurrir a las antiguas prácticas y llamar a Comisario Velasco para que pusiera orden, como si literalmente faltara el padre. En general, parece que la idea de los adultos es que ojalá no pase nada muy efervescente, no vaya a ser cosa que...

Bueno, queda el jamón del sándwich, somos nosotros, teñidos por el imaginario de nuestros padres y por ende preocupados únicamente por que nos vaya bien (algo así como por nuestra seguridad individual), conformándonos con tener por objetos de culto a quienes critican al mundo por nosotros de manera chistosa o poética (tenemos los videos de plan z y los simpsons en la casa, escuchamos Víctor Jara, Silvio Rodríguez y nos compramos los nuevos calcetines del Che Guevara que salieron en la tienda juvenil del mall), hijos de la transición (y de la alegría) que aprendimos a quedarnos callados, a mantener el status quo, porque salir a la calle es estar pasado a naftalina o hacer un mitting es sinónimo de la UP, los sesenta o que se yo, lo cual no pega con la reconciliación y la unidad nacional que nos dice los viejos. En fin, mi conclusión es que somos la generación que carga con el muerto y que, como dice redoles, nadie se mete en gueas por Gaete!

The Chimney Sweeping

Primavera histérica
(o sobre cómo me enamoré de la Psicología Laboral)

Honorable público me complace anunciarles que ha llegado, tras una agónica, aunque no tristemente célibe espera, la época regalona de toda histérica y perversillo amoroso; el tiempo en que por fin el falo es nuestro o, al menos, es susceptible de serlo. Así es, damas y caballeros, ya está aquí la tan añorada primavera; tiempos dichosos en que no sólo la vestimenta se vuelve más ligera, sino también la conducta. Aquí aparecen los ayudantes licenciosos ávidos de ingenuas novatas, los tirantes seductores que se deslizan por los hombros y los coquetos zapatos que causan furor entre los sempiternos perversos de turno. Y como love is in the air hasta el más detestable de los engendros encuentra a su pierna peluda.

En este contexto, y aprovecho de pasarles el dato, adorables señoritas, descubrí hace algunas semanas al nuevo sex simbol de estas tierras (lo siento Coloma), al que llamaremos Mr H. (1) o sobre cómo me enamoré de la Psicología Laboral. Por esas cosas del destino figuraba en el momento preciso y en el lugar indicado cuando apareció el personaje en cuestión. Sólo lo definiré como la antítesis de la desesperanza aprendida ante el paisaje masculino de estas tierras: ¡es carne de gallina gorda, jamón serrano de medio! Poco sabré de Lacan, pero he de decir que encantada dejaría que este sujeto fuese el amo. De hecho, así da gusto recrear la vista por estos lares (¿se tratará de una estrategia de Rosso para que vayamos a clases?). Es que hay que decirlo, mientras que los psicoanalistas tienen el falo, Mr. H. tiene todos los atributos accesorios a él. ¡Y cómo los luce, caray! Sin duda sería interesantísimo asistir a sus clases (con la boca cerrada, para no parecer tan estúpida y, también, por un asunto de dignidad) a observar con agrado cómo profundiza en la materia.

Mientras lo miraba invistiéndolo libidinal y lascivamente, me di cuenta que tanto descaro habría de poseer causas misteriosas, no atribuibles únicamente al cambio estacional, al síndrome de abstinencia o a la envidia del pene. La clave del asunto fue dada unos días más tarde, cuando no era sólo yo la psicópata voyerista, ya que la fascinación había adquirido rápidamente ribetes mayúsculos, conformándose un grupillo no menor de mujeres con los ojos desorbitados y bocas curiosamente babeantes, que por supuesto hacían que todo el malvado lenguaje meltzeriano pareciese una adorable pelusa al lado de sus propias fantasías inconscientes. Fue en ese momento en que me di cuenta que todas proveníamos de colegios de puras mujeres, lo que podría explicar tan impúdicos miramientos. Sin duda se trata de una formación reactiva, después de todo, crecer con tanto estrógeno alrededor hace añorar una buena dosis de testosterona circulando (y si el envase es tan fantástico como en este caso, cuánto mejor). ¿Y reacción a qué? A que en nuestra adorable e inocente época de colegialas (aclaremos, nuestra época escolar aún estaba lejos de Nati y sus afanes bucales), implicó necesariamente que hayamos sido castradas sexualmente. El asunto es simple: no había falo cercano que fuese objeto de nuestro deseo y, por tanto, nos vimos forzadas a reprimir y recién hoy pueden salir a flote nuestras más salvajes pulsiones de vida (2).

Pero como no hay mal que dure cien años (ni vena que aguante), he decidido vender mi alma, renegar del psicoanálisis y marcharme al mundo laboral. ¿Quién sabe? Quizás tenga suerte. Es que por nada me pierdo cierto curso de profundización...


(1) La referencia es obvia, aunque en mi favor he de decir que no sólo hot empieza con H.

(2) ¿Y desde cuando tan mojigata Miss O? Diga las cosas como son: descarnadas y furiosas pulsiones sexuales.

La co-lumna

>Hoy: ¿Dónde se fueron todos?

La cultura de la inercia

Un viernes en la tarde, me encontraba en una de las mesas de una cafetería del hall, compartiendo asientos con una futura estudiante de psicología, y una compañera que viene de bachi.

Aunque nos une la potencial profesión, las conozco por motivos externos que no viene al caso precisar.

Y es que en psicología –por ridículamente paradójico que suene- la socialización no es lo nuestro.

Comentábamos en aquella ocasión la falta de vida de nuestra facultad. Mi interlocutora recalcaba el exceso de grises, la falta de alfombras y las piletas carentes de toda estética. En fin, la poco feliz arquitectura de nuestra escuela (que es más bien la facultad entera) que la configura como un pasillo, un insípido pasillo más que un espacio.

Y es que es así, todos estamos de paso, a nadie le llama mucho instalarse en los territorios (¿?) de psicología en módulos que no estén escritos en el horario. Es más, estamos en constante búsqueda de vaciar aún más cuadrantes de la semana –tarea no muy difícil- para estar menos en la U. Y es que el máximo recorrido es a la fotocopiadora, y de ahí, vuelta casa. Nada de nada de vida universitaria (salvo notables excepciones).

Y es que sí, a psicología le hace falta color (¿decían que le faltaba rock?), le hace falta estudiantes que se la jueguen con iniciativas, que quieran que su voz se escuche o que simplemente asistan a las actividades que se programan.

Pero la verdad es que luego de quejarnos en nuestro primero año de la U, y querer cambiarlo todo, en segundo ya se nos va todo lo de “revolucionarios” y ya ni siquiera nos aparecemos por los carretes.

Nos sumergimos en la cultura de la inercia, que restringe nuestra vida universitaria a las abultadas fotocopias. Y qué lástima que nuestro paso por la universidad pueda contarse en carpetas.

Desesperanza aprendida – comentaba mi interlocutora (la srta. M.)

Y ni en los 50 años se ve algo de espíritu de escuela.

Que donde está la directiva del CEPS… me pregunto.

Que donde están los novatos… me pregunto (¡y todos los demás!).

Que donde están todos aquellos tipos que piensan que por estos lares sí se pueden hacer cambios.

NN: ¡Identifíquese!

Historias de Pshykus

por Tomás Galleguillos

Si hay algo que recuerde del pasado Psykus, será a un amigo. La idea cruzó todo un año hasta llegar a sus manos. Él sabía con quienes podría realizar el Rito desde un principio.

A las tres de la tarde del día fijado, solitario este alumno de tercer año, barría una sala en el Campus Lo Contador. Pensaba y pensaba cómo solucionar el problema de las salas que siendo reservadas, con aproximadamente un mes de antelación, ahora estaban ocupadas, llenas de planos en relieve. Las autoridades del Campus le prometieron que a las 19:00 horas se desocuparía... lo cuál no ocurrió.

Ansioso, y junto con terminar de limpiar, llamó preocupado a una organizadora: -“¿Aló? ¿Dónde vienen? Ya: son las cinco y media… ¿les pasó algo?... ¡ah! bien… pero apúrense por fa, no ha llegado nadie… no, tampoco ellos: ¡¡¡ESTOY SOLO!!! … ok, lleguen luego”.

Eran las seis de la tarde y llegaban dos autos pequeñitos, llenos de cosas, con mucho riesgo de quebrar alguno de sus ejes por el peso que traían: dos parlantes y seis personas entre ambos. “Al menos llegaron” -pensó mi amigo. Pasaron 5 minutos y ya no eran 6 personas…eran 15… y para la hora acordada (19:00 hrs.) eran algo más de 20.

Pobre de mi amigo… de un momento a otro, todos los requerían en un lugar y otro… aparecieron los focos, faltaba una sala para hacer una escena (donde se estaban tomando pruebas de arquitectura)… le pedían que les dijeran como salía un ensayo… faltaban unos cables de amplificación para la música de las ninfas y el micrófono no funcionaba. ¡Desesperación! Le decían que no llegaba el Gran Maestro… y las cosas que estaban en ese momento comprando, ya no se podrían ocupar: era demasiado tarde.

Como siempre: “El show debía continuar”. Comenzaba a escucharse el rumor de que los iniciandos comenzaban a llegar. De hecho algunos se habían metido al lugar donde algunas ninfas preparaban su danza. Mi amigo salió a ver cuántos eran en realidad… y eran muchos más de los que esperaba. Atrasado en media hora o más, había que comenzar. Adentro la gente se aprestaba: algunos ensayaban (Milgram) e incluso algunas pedían desalojar al profesor que ocupaba la sala donde debían actuar (psiquiátrico). Aun así había que comenzar.

A la luz de velas encendidas, seis guías se encargaban de vendar a los iniciados, mientras un colaborador soplaba el corno 7 veces, ya sin aire en sus pulmones. Se les pidió reunirse. Los iniciados no sabían que hacer: hasta que se acercaron. Tras hacerles dibujar algo que quisieran “dejar atrás” en el Rito, se les pidió guardar el papel (¿y alguien pensó en llevar lápiz para esto?). Cuando algunos ya querían entregar su dibujo, había llegado la hora de dividirlos en dos grupos. Al vendarlos, se permitía dar tiempo a los que estaban dentro corriendo y arreglando “lo que faltaba” (que si me preguntan: era bastante aún).

Mi amigo se encargó de “bendecir” al primer grupo e inventar algo para que los “benditos” no se aburriesen más. Deseos se quemaban en sus manos (literalmente) y formaban una fila. De fondo: música mística y gritos… Afuera un grupo igual al que comenzaba a entrar, esperaba al frío.

Una, dos, tres vueltas por un patio oscuro, iluminado por pequeñas velas en el suelo, fijaban las huellas sobre ripio. Se dijo que algunos fueron “raptados” por las ninfas. Se dijo que ellas bailaron muy cerca de ellos. Se dijo que guerreros oscuros rompieron filas y trataron de capturarlas.

Cuando el grupo entró a un oscuro cuarto (aquél aseado hace horas) cierto científico: ¿torturaba a una voluntaria o investigaba? Cuando las luces se fueron, alguien abría las puertas y los hacía pasar al próximo lugar: un hospital psiquiátrico, donde un hecho terrible estaba por ocurrir.

Un poco más tarde, mi amigo volvía a guiar el grupo. Pidiéndoles que se vendaran, condujo a los iniciados por peligrosos lugares hasta un cuarto encerrado en inciensos, perfumes y extraños seres que flotaban sobre sus rostros. Se sentaron y se relajaron. Tras algunos minutos, una voz les decía: “El momento ha llegado: el Gran Maestro los espera”. ¿Había llegado el fin?

Tras hacerles dar vueltas sobre sus ejes, se separó a los iniciados en pequeños grupos. No faltaron algunos a los que se les pidió quitarse los zapatos para entrar al “vientre” del Gran Maestro. Algunos se acostaron, otros simplemente se sentaron, pero todos nacieron, y se diría que todos de formas distintas: algunos gatearon, otros pasearon interminablemente por un Campus “gigantesco”, otros fueron asustados…en fin, distintas formas de aquél “fondo”: el paso a conformar esta Escuela, la cual junto a ellos, junto a quienes colaboraron, y también junto a quienes faltaron, hoy integramos.

De mi amigo no se sabe bien que fue… algunos dicen que lo vieron discutiendo con un inspector municipal, otros dicen que con una banda de la Escuela, otros dicen que se le vio en el carrete tras el rito y no sabían cómo le quedaban pies para bailar así… en fin, dicen algunos que desapareció… quien sabe: ¡preguntémosle al Gran Maestro!

PS: Mi amigo me pidió agradecer a todos aquellos que realizaron el Pshykus: a la actual generación de tercer y cuarto año, al CEPS y en especial, a todos los integrantes de la actual generación de primer año que asistieron, junto a los compañeros ex–bachilleres, en quienes recae replicar y mejorar la experiencia para aquellos que vendrán. Saludos Cordiales y Bienvenidos sean todos. Mucha Suerte en el camino… que comienza con su decisión de estar aquí.

Sobre nuestro talento como psicólogos

Otra cosa es con guitarra. Me ha tocado escuchar varias veces que la gente fuera de la escuela dice: “Los psicólogos aguantan todo”. Poco más que creen que pueden ir a hacer lo que se les antoje a una consulta con un pelado al frente que los mira con car’e na’ todo el rato. “Haga lo que haga él no hará nada, este ser invulnerable rosa la perfección”. No sólo desmiento esta afirmación (que algunos pueden tener) sino que aprovecho de aclarar que es lo que creen los psicólogos que los no-psicólogos creen de ellos. Al común de los mortales poco les importa lo que son y lo que hacen este tipo de profesionales y es normal que así sea.

A lo más son los consultantes, los que en su ansiedad y duda frente a este “otro” (abordado desde cualquier teoría, tranquilo señores psicoanalistas, no capen esta flor en su apogeo) que, en su miedo, llenan de fantasías al terapeuta, lo que no implica que éste también las tenga. Frente a la respuesta, los casos extremos de idealización o devaluación del terapeuta son perniciosos, lo ideal (que termino más infeliz en este momento) es que se produzca una “alianza terapéutica”.

Hasta aquí no es más que lo que están viendo o verán en alguno o muchos ramos de psicología. La pregunta va más por el lado de cómo nosotros, psicólogos en base a la imagen de un discurso del “otro” (los no-psicólogos) afrontamos este oficio. Quiero publicar (en mi afán aumentar mi ego en este semestre) una posible respuesta (la mía, obvio… o no?) de cómo afrontar el problema planteado cuando el “otro” nos dice: “ustedes son los que las aguantan todas y no tienen problemas”.

¿Usted conoce a Steve Vai? Yo creo que ese tipo nació con la guitarra colgada en el cuerpo y que con suerte (si es que puede) se la saca para bañarse y dormir. Ahora bien si asumo el criterio de realidad ese tipo obviamente se saca la guitarra. Es igual con el psicólogo, él se saca su talento cuando hace otras cosas. En este caso cosificar nuestro arte sirve, para saber que sí somos seres de carne y hueso y frente a la misma exigencia de perfección que se le impone al arte a nosotros también se nos la pide.

Bajo esa sentencia, el primer frente (outside, cuidado con esa r final) ya está hecho. El segundo frente (inside) tiene que ver con el discurso “llevo 4 años en la escuela y no sé nada”. El hecho de hacer el ejercicio de saber lo que estamos aprendiendo y darnos cuenta que lo podemos aplicar (debidamente) finalmente tiene una utilidad. Esto nos motivará intrínsecamente a seguir a adelante (maldición esto es 100% seguro que no es mío, yo mismo corté el apogeo de la flor). Así ofreceremos algo a alguien, nuestro arte a un cliente. Ciertamente es más complicado cuando pensamos que nosotros en ningún momento tenemos que ser el centro de ese encuentro, esa es justamente la diferencia con el artista en el escenario, porque la escena que está en juego es la del paciente y a lo más la de la interacción, pero nuestra intimidad nunca está en juego. He ahí una parte de la virtud de este profesional. Tal vez por eso y por otras cosas es que considero que este don es manejable y entrenable, para que así el “otro” quede “sano” y sienta que en realidad cumplimos con lo que él esperaba.

El fisgón morbosón (trivia de alguna parte)

PD: Cuanto más se defiende uno, más la caga jajajaja lo digo en el sentido que ud quiera. Practique, maldito carroñero.

Cultura Psi

Hace algún tiempo descubrí un proyecto paralelo a (la nunca bien ponderada) Wikipedia, llamado Wikiversity. Al igual que en Wikipedia, aquí la gente coopera con el objetivo de crear material de aprendizaje en torno a diferentes disciplinas. En el fondo, es una universidad virtual donde el usuario puede ir tomando cursos y aprendiendo de forma autodidacta. (Al final, quizás te dan un wikitítulo). Es como la posmodernidad encarnada. No sé si alguien se acuerda de la típica historia de sacar un título por correspondencia... bue, esto es aún más descarado: ¡sin salirte de tu asiento!

Es interesante constatar que en la versión en inglés (más completa), nuestra bienamada disciplina es considerada una ciencia social, mientras que en la versión castellana estamos dentro de las "ciencias de la salud". Por el momento no está tan completa, pero vale la pena echarle un vistazo para sorprenderse.

Por primera vez en esta sección me voy a permitir recomendar un libro. Se trata de una novela, bastante amigable a la lectura (para irla leyendo en el metro): "El curioso incidente del perro a medianoche" (Haddon, 2004). Como podrán percatarse es un libro contemporáneo y cuenta las aventuras de un niño "especial" (con alguna clase de autismo). Lo divertido del texto es que está narrado en primera persona, lo que permite adentrarse en el modo particular en que estas personas experiencian el mundo. El libro lo escribió un escritor "normal", pero está bastante logrado y transmite el concepto. Hay una copia en San Joaquín: 823 H127c.E

(Se hizo corto el espacio esta vez :p)