octubre 01, 2007

Historias de Pshykus

por Tomás Galleguillos

Si hay algo que recuerde del pasado Psykus, será a un amigo. La idea cruzó todo un año hasta llegar a sus manos. Él sabía con quienes podría realizar el Rito desde un principio.

A las tres de la tarde del día fijado, solitario este alumno de tercer año, barría una sala en el Campus Lo Contador. Pensaba y pensaba cómo solucionar el problema de las salas que siendo reservadas, con aproximadamente un mes de antelación, ahora estaban ocupadas, llenas de planos en relieve. Las autoridades del Campus le prometieron que a las 19:00 horas se desocuparía... lo cuál no ocurrió.

Ansioso, y junto con terminar de limpiar, llamó preocupado a una organizadora: -“¿Aló? ¿Dónde vienen? Ya: son las cinco y media… ¿les pasó algo?... ¡ah! bien… pero apúrense por fa, no ha llegado nadie… no, tampoco ellos: ¡¡¡ESTOY SOLO!!! … ok, lleguen luego”.

Eran las seis de la tarde y llegaban dos autos pequeñitos, llenos de cosas, con mucho riesgo de quebrar alguno de sus ejes por el peso que traían: dos parlantes y seis personas entre ambos. “Al menos llegaron” -pensó mi amigo. Pasaron 5 minutos y ya no eran 6 personas…eran 15… y para la hora acordada (19:00 hrs.) eran algo más de 20.

Pobre de mi amigo… de un momento a otro, todos los requerían en un lugar y otro… aparecieron los focos, faltaba una sala para hacer una escena (donde se estaban tomando pruebas de arquitectura)… le pedían que les dijeran como salía un ensayo… faltaban unos cables de amplificación para la música de las ninfas y el micrófono no funcionaba. ¡Desesperación! Le decían que no llegaba el Gran Maestro… y las cosas que estaban en ese momento comprando, ya no se podrían ocupar: era demasiado tarde.

Como siempre: “El show debía continuar”. Comenzaba a escucharse el rumor de que los iniciandos comenzaban a llegar. De hecho algunos se habían metido al lugar donde algunas ninfas preparaban su danza. Mi amigo salió a ver cuántos eran en realidad… y eran muchos más de los que esperaba. Atrasado en media hora o más, había que comenzar. Adentro la gente se aprestaba: algunos ensayaban (Milgram) e incluso algunas pedían desalojar al profesor que ocupaba la sala donde debían actuar (psiquiátrico). Aun así había que comenzar.

A la luz de velas encendidas, seis guías se encargaban de vendar a los iniciados, mientras un colaborador soplaba el corno 7 veces, ya sin aire en sus pulmones. Se les pidió reunirse. Los iniciados no sabían que hacer: hasta que se acercaron. Tras hacerles dibujar algo que quisieran “dejar atrás” en el Rito, se les pidió guardar el papel (¿y alguien pensó en llevar lápiz para esto?). Cuando algunos ya querían entregar su dibujo, había llegado la hora de dividirlos en dos grupos. Al vendarlos, se permitía dar tiempo a los que estaban dentro corriendo y arreglando “lo que faltaba” (que si me preguntan: era bastante aún).

Mi amigo se encargó de “bendecir” al primer grupo e inventar algo para que los “benditos” no se aburriesen más. Deseos se quemaban en sus manos (literalmente) y formaban una fila. De fondo: música mística y gritos… Afuera un grupo igual al que comenzaba a entrar, esperaba al frío.

Una, dos, tres vueltas por un patio oscuro, iluminado por pequeñas velas en el suelo, fijaban las huellas sobre ripio. Se dijo que algunos fueron “raptados” por las ninfas. Se dijo que ellas bailaron muy cerca de ellos. Se dijo que guerreros oscuros rompieron filas y trataron de capturarlas.

Cuando el grupo entró a un oscuro cuarto (aquél aseado hace horas) cierto científico: ¿torturaba a una voluntaria o investigaba? Cuando las luces se fueron, alguien abría las puertas y los hacía pasar al próximo lugar: un hospital psiquiátrico, donde un hecho terrible estaba por ocurrir.

Un poco más tarde, mi amigo volvía a guiar el grupo. Pidiéndoles que se vendaran, condujo a los iniciados por peligrosos lugares hasta un cuarto encerrado en inciensos, perfumes y extraños seres que flotaban sobre sus rostros. Se sentaron y se relajaron. Tras algunos minutos, una voz les decía: “El momento ha llegado: el Gran Maestro los espera”. ¿Había llegado el fin?

Tras hacerles dar vueltas sobre sus ejes, se separó a los iniciados en pequeños grupos. No faltaron algunos a los que se les pidió quitarse los zapatos para entrar al “vientre” del Gran Maestro. Algunos se acostaron, otros simplemente se sentaron, pero todos nacieron, y se diría que todos de formas distintas: algunos gatearon, otros pasearon interminablemente por un Campus “gigantesco”, otros fueron asustados…en fin, distintas formas de aquél “fondo”: el paso a conformar esta Escuela, la cual junto a ellos, junto a quienes colaboraron, y también junto a quienes faltaron, hoy integramos.

De mi amigo no se sabe bien que fue… algunos dicen que lo vieron discutiendo con un inspector municipal, otros dicen que con una banda de la Escuela, otros dicen que se le vio en el carrete tras el rito y no sabían cómo le quedaban pies para bailar así… en fin, dicen algunos que desapareció… quien sabe: ¡preguntémosle al Gran Maestro!

PS: Mi amigo me pidió agradecer a todos aquellos que realizaron el Pshykus: a la actual generación de tercer y cuarto año, al CEPS y en especial, a todos los integrantes de la actual generación de primer año que asistieron, junto a los compañeros ex–bachilleres, en quienes recae replicar y mejorar la experiencia para aquellos que vendrán. Saludos Cordiales y Bienvenidos sean todos. Mucha Suerte en el camino… que comienza con su decisión de estar aquí.

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