octubre 01, 2007

Sobre nuestro talento como psicólogos

Otra cosa es con guitarra. Me ha tocado escuchar varias veces que la gente fuera de la escuela dice: “Los psicólogos aguantan todo”. Poco más que creen que pueden ir a hacer lo que se les antoje a una consulta con un pelado al frente que los mira con car’e na’ todo el rato. “Haga lo que haga él no hará nada, este ser invulnerable rosa la perfección”. No sólo desmiento esta afirmación (que algunos pueden tener) sino que aprovecho de aclarar que es lo que creen los psicólogos que los no-psicólogos creen de ellos. Al común de los mortales poco les importa lo que son y lo que hacen este tipo de profesionales y es normal que así sea.

A lo más son los consultantes, los que en su ansiedad y duda frente a este “otro” (abordado desde cualquier teoría, tranquilo señores psicoanalistas, no capen esta flor en su apogeo) que, en su miedo, llenan de fantasías al terapeuta, lo que no implica que éste también las tenga. Frente a la respuesta, los casos extremos de idealización o devaluación del terapeuta son perniciosos, lo ideal (que termino más infeliz en este momento) es que se produzca una “alianza terapéutica”.

Hasta aquí no es más que lo que están viendo o verán en alguno o muchos ramos de psicología. La pregunta va más por el lado de cómo nosotros, psicólogos en base a la imagen de un discurso del “otro” (los no-psicólogos) afrontamos este oficio. Quiero publicar (en mi afán aumentar mi ego en este semestre) una posible respuesta (la mía, obvio… o no?) de cómo afrontar el problema planteado cuando el “otro” nos dice: “ustedes son los que las aguantan todas y no tienen problemas”.

¿Usted conoce a Steve Vai? Yo creo que ese tipo nació con la guitarra colgada en el cuerpo y que con suerte (si es que puede) se la saca para bañarse y dormir. Ahora bien si asumo el criterio de realidad ese tipo obviamente se saca la guitarra. Es igual con el psicólogo, él se saca su talento cuando hace otras cosas. En este caso cosificar nuestro arte sirve, para saber que sí somos seres de carne y hueso y frente a la misma exigencia de perfección que se le impone al arte a nosotros también se nos la pide.

Bajo esa sentencia, el primer frente (outside, cuidado con esa r final) ya está hecho. El segundo frente (inside) tiene que ver con el discurso “llevo 4 años en la escuela y no sé nada”. El hecho de hacer el ejercicio de saber lo que estamos aprendiendo y darnos cuenta que lo podemos aplicar (debidamente) finalmente tiene una utilidad. Esto nos motivará intrínsecamente a seguir a adelante (maldición esto es 100% seguro que no es mío, yo mismo corté el apogeo de la flor). Así ofreceremos algo a alguien, nuestro arte a un cliente. Ciertamente es más complicado cuando pensamos que nosotros en ningún momento tenemos que ser el centro de ese encuentro, esa es justamente la diferencia con el artista en el escenario, porque la escena que está en juego es la del paciente y a lo más la de la interacción, pero nuestra intimidad nunca está en juego. He ahí una parte de la virtud de este profesional. Tal vez por eso y por otras cosas es que considero que este don es manejable y entrenable, para que así el “otro” quede “sano” y sienta que en realidad cumplimos con lo que él esperaba.

El fisgón morbosón (trivia de alguna parte)

PD: Cuanto más se defiende uno, más la caga jajajaja lo digo en el sentido que ud quiera. Practique, maldito carroñero.

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