junio 01, 2007

Eskizorial

Y con esta edición se acaba El Esquizoide por este semestre. Fue tarde pero fue. Ojalá puedan disfrutar nuestro nuevo formato de transición de 8 páginas (hasta que la PUC se ponga con más dinero, o la Escuela ahora que le van a pasar no-sé-cuantitos millones de pesos para hacer su edificio nuevo... uuuy). [¿Alguien dijo que era feo hablar de plata?]

Como sea. Aprovechamos de reiterar nuestra invitación para que nos sigan a través de nuestro blog, donde encontrarán las ediciones anteriores en pantalla o para descargar en PDF. También podrán leer las columnas inéditas que por motivaciones inconscientes no quisimos publicar aquí. Además de tener la posibilidad de comentar nuestros artículos y de amarnos o echarle la foca a algún columnista (como ya lo han hecho muy diligentemente).

Según un estudio realizado por Esquizoide et al. (2007), al 85,71% de nuestros lectores les gustó (les encantó) el diseño de nuestro blog. Y siguiendo las directrices del profesor Rozas (sí, el de Comunitaria) hemos hecho un diseño que pueda verse con Firefox que es el navegador libre y que le hace el peso al Microsoft que es una transnacional siniestra que quiere recalentar el planeta. (De todas formas se ve bien con Internet Explorer).

Además recordarle a todos los psicologuitos que quieran publicar sus leseras aquí con nosotros que nos escriban a nuestra casilla el.esquizoide@gmail.com. Sabemos que tienen blogs, y que escriben poesía en un cuaderno de química del colegio. Es momento de publicar in the real life. A nosotros lo que menos nos falta es espacio para poner más textos, dibujos, fotos y/o cualquier cosa susceptible de ser publicada.

Estudien harto y quémense las pestañas haciendo esos cientos de trabajos que les quedan para los diez (?) días restantes antes de salir de vacaciones. Recuerden llevar su El Esquizoide cuando vayan al baño o mientras van en la micro. Lo van a disfrutar más que el Mosaico. En serio. (Querer es poder).

Cultura Psi

Me acuerdo que una vez fui a sacar a la fotocopiadora un texto de Chomsky para Cognitiva II. Apenas había terminado de pronunciarlo y ya recibía comentarios de otras personas que decían "Chomsky vale hongo" y que su teoría era muy mula. Un poco más y la Normi misma le tiraba un palo al pobre.


Chávez es el único amigo que le va quedando a Chomsky

El otro día leía que un tal Daniel Everett (antropólogo) escribió en un artículo que la tribu Pirahã carecía de la capacidad de "recursion" (supuestamente connatural al lenguaje, según Chomsky). Esta capacidad es la de poder integrar infinitas unidades de sentido dentro de una oración. La razón sería que el hábitat donde viven favoreció el desarrollo de un lenguaje que viola desvergonzadamente este dogma Chomskiano. Así que ahora hay más razones para que Chomsky sólo se dedique a hablar de política. Y que le ceda su cátedra en el MIT a Cornejo.

Una buena noticia para el fan club de Natalie Portman (comandado por F. Ceric): Nuestra actriz favorita ahora es la feliz co-autora de un paper de neurociencias sobre el desarrollo infantil. Cabe recordar que nuestra brillante ídola cursó Psicología en la universidad de Harvard. Ahora que Ceric y Portman tienen algo (más) en común, quizás se anime a invitarla a que nos de una charla de algo (cualquier cosa, nos da lo mismo).

El programa de esta edición se llama GenoPro y permite hacer genogramas de la forma más rápida y expedita. Tiene todas las opciones conocidas y conocibles y facilita la tarea a todos aquellos que alguna vez pretendan (o les pidan) hacer uno de estos infaltables diagramas. la dirección es tan sencilla como añadirle un punto-com.

Ya que hemos andado escasos de vídeos, para los fanáticos de Phineas Gage (Ceric de nuevo), la página de Neuroskills tiene varias animaciones descargables de distintas formas en que un cerebro es dañado. Explosiones, balazos, hemorragias. (No nos responsabilizamos por sus pesadillas).

Y para los enemigos jurados del Psicoanálisis, hemos tenido noticia (gracias a Rodrigo Farías) de la versión digital del libro "Decadencia y Caída del Imperio Freudiano" (Eysenck, 1985). Para que puedan juntar "evidencia" sobre la remisión espontánea de síntomas y echarle foca a papi Freud. (Y se juntan con la Jessy y forman un anti-fan club).

The Chimney Sweeping

Un ejemplo del Test de Rorschach
O sobre el poder seductor de los test proyectivos

Rorschach, palabra impronunciable para toda histérica promedio cuya lengua esté trabada; espléndido test para el inconfundible narcisista que precisa que le digan cuán maravilloso es (¡si supieran!). Y, pensando en el imaginario colectivo, se trata, sin duda, de uno de los distintivos más característicos de nuestra amada disciplina. Todo el mundo conoce el clásico “test de las manchitas” y para ninguno es indiferente qué pueda significar ver microondas volando, sangre desparramada u órganos sexuales de burro.

Pues bien, he de confesar que hace un par de semanas, un adorable psicoanalista, me pasó estas fascinantes diez láminas. Llegué seductoramente ataviada –ya que la liebre puede saltar en lugares insospechados, ¡y qué liebre era ésta, caray!–, a su consulta, ubicada en un coqueto barrio de Santiago, Este híbrido de uncle Freud y Apolo moderno, me invitó a pasar y, luego de haberme sentado y cruzado sugerentemente las piernas, me pasó la primera lámina. “¿Qué podría ser?” “Lo que tú quieras”, contesté orgullosa de mi ingenio, mientras noté cómo se le subían los colores... y quizás también alguna otra cosa.

Hubo láminas tremendamente perturbadoras, y otras, en cambio, sorprendentemente proféticas. Creo que fue en la tercera, en que vislumbré mi futura cita romántica con esa guapísima versión de Bion: definitivamente éramos los dos, sentados a la luz de las velas (por lo rojo), porque una de las personas representadas, sin duda, estaba en actitud coqueta y la otra tenía pinta de galán. Había una, diría que la cuarta, que era igual a un oso de peluche (por lo peludito) que me regaló mi siempre adoradísimo padre. Hubo otra que era espantosa, horrenda, ominosa, y sólo recordarla hace que se me crispe la piel; una que tenía una parte alargada y amenazante, y otra más redonda y con una hendidura profunda y oscura. So I began to explain what I saw, when the lovely young Coloma 2.0 was looking at me with a funny face: he said that my arm was absolutely paralyze and my words were quite strange... luego me desmayé. Las últimas, sin embargo, las de colores me encantaron y parece que a este Winnicott chileno también, porque cuando le conté que suelo usar colores tan brillantes como ésos en mi ropa interior, alcancé a notar un atisbo de acaloramiento en su cuello: una especie de vena hinchada y curiosamente palpitante.

Al terminar, después de casi dos horas, me despedí deslizando ligeramente mi mano por su espalda, mientras con la otra le metía un papel con mi número de teléfono en el bolsillo de su pantalón. Es que si en el Rorschach uno queda prácticamente en pelotas, sobre todo si es frente a la versión masculina y mejorada de la Klein, debía aprovechar el tiro y procurar que me invitase a comer y a bailar (casi lo mismo que sucede con las visitas al ginecólogo, pero eso ya es otra historia).

Es que sí, señores, el Rorschach no es indiferente para nadie. Sus coquetas formas, su adorable simetría y el seductor poder que se tiene al conocer su significado (psicólogos de cuarto año: regocijaos al tener la verdad revelada y el arma poderosa para leer mentes). Por mi parte, aún me falta la sesión de devolución, que será esta noche, with my charming psychoanalyst, en su estiloso departamento...


La pobre Annita alucinó con esta lámina...

La Revolución

Cuando entré a la carrera, proveniente de un ambiente bastante burbújeo – hay que decirlo – al principio, me asusté: “Ohh...” se decía el pacato novato de aquel entonces “acá está lleno de gente de izquierda... ¡qué susto!”. Pensé que estaba entrando a una suerte de Kremlin, lleno de “comunistas” y gente de ideas revolucionarias. Me habían contado el cuento que son personajes terribles, comeguaguas y violamonjas; que quieren que todo sea de todos y que sólo piensan en tirar... piedras. Afortunadamente, para mi tranquilidad y enriquecimiento personal, fui conociendo a estos “pensadores críticos” y el susto se fue desvaneciendo. En ningún caso fue por una aproximación al pensamiento revolucionario, ni por la amistad que he trabado con más de algún “compañero”, o por la comprensión de los ideales últimos de la crítica al sistema. Ya no les tengo susto a estos amigos, simplemente porque son revolucionarios de papel. Librepensadores – o quizás, libres de todo pensamiento – cuyas reales aspiraciones van más por una botella tibia de cerveza que por la tan clamada equidad. ¿Cómo querer cambiar el sistema si ni siquiera son capaces de levantarse temprano? (cfr. cualquier pasillo de la Facultad de Cs. Sociales un lunes a las 8:15 am) Las pretensiones, nobles sin duda, no se ven acompañadas más que de una retórica setentera, de navegados desabridos, de pañuelos a cuadros blanquinegros – así como árabes… – y de guitarreos solylluviosos. ¿Dónde está el esfuerzo y trabajo por sacar adelante los ideales? OK, nadie es perfecto ni dueño absoluto de sí mismo como para poder todo lo que se proponga, pero ¡compañero!: si usted quiere revolucionar el sistema, ¡parta por revolucionarse usted mismo! Si la revolución debe oler a “empanadas y vino tinto”, es notorio que la segunda parte la entendió clarito, pero le recuerdo que para la empanada hay que levantarse temprano para amasar, darse la lata de picar la carne y la cebolla y tras varias horas recién degustar.

¿Revolución desde la intelectualidad? Si, lógico, a mí también me gusta leer y dedicarme a hacer como que pienso. Pero, ¿no se da cuenta acaso, estimado compañero, que el sistema ya asimiló que la intelectualidad sea de izquierda? ¡La revolución ya es parte del sistema! Si no se revoluciona a sí misma, la supuesta crítica termina siendo cómplice del sistema tal cual es. Si usted, compañerísimo, quiere ser revolucionario, no estudie sociología: estudie medicina y vaya a meterse a una población a sacarla adelante desde adentro; no estudie psicología comunitaria, estudie ingeniería civil y trabaje en un municipio de escasos recursos. Pero “leyendo” a Lacan, Foucault o Baudrillard no va a dislocar las estructuras de poder. En el mejor de los casos, se va a marear un poquito y va a tener alguien a quien citar en las divagaciones del próximo carrete de jueves en la facultad (cfr. cualquier jueves tipín 19:00 en Sociales o Humanidades, o viernes desde las 16:00).

Sinceramente, todo esto me da un poco de lástima. Pues si bien claramente no comparto ni las ideas de fondo ni las perspectivas, sí valoro la actitud crítica, las ganas de cambiar lo que haya que cambiar – y de conservar lo que merezca ser conservado – y el trabajo duro por los ideales. Da lástima que la única alternativa al sistema esté en manos de esta nivel de abanderados, que – no me extrañaría en absoluto – tal vez terminen vendiéndose al tan vilipendiado sistema (con algo hay que pagar el carrete, ¿no?).

Los ideales se hacen realidad con trabajo duro y constante, sean del color o tendencia que sean. Y la revolución, sea en el sentido que sea, no es un Wild On Lenin! sino la concreción misma de las aspiraciones de un mundo mejor, de un mundo distinto, que sólo se realizan tras esfuerzo y renuncias. Pregúntenle al Ché Guevara, cuando renunciaba a su salario de Presidente del Banco Nacional. Lástima que esas actitudes sean lo que menos se ve por estos lares y tengamos que contentarnos con un marxismo aguado, un posmodernismo de cuarta, sin rigor argumental ni solidez de ideas. Una lástima, porque efectivamente, creo yo, otro mundo sería posible.

Revolucionarios del mundo, ¡revolucionaos vosotros mismos!

Mi amor sin instrucciónes

por Antonella Giannini

Alguien sabe dónde venden las instrucciones para el amor? Porque cuando me enamoré se me olvidó pedir boleta y ahora ¡no se donde quejarme!

Me dijeron que se servía solo (a mí me gustan las papas fritas), que entre sábanas sabía mejor y que movía al mundo (pero hasta ahora tan solo mis lágrimas han sido empujadas).

Pero el amor que me vendieron no tenía instrucciones. De pronto una oferta y ¡zas! El chileno lo quiere tener todo, para ostentar (la tristeza) parece.

Y ahora estoy sola (muy (in))felizmente. Es que a uno le dicen que Shakespeare era inteligente y se enamoraba…y una quiere ser inteligente también. Pero parece que en Europa hoy es de noche. Me dijeron que hablara con la luna. Pero… no sé… me molestan las estrellas observando. Mi amor fue silencioso y ahora no me gustaría contarlo. Pero las estrellas –que somos confiables; que te vimos nacer– ¡que la vida quiere ser piedra! Ese es mi sentido, ¡ser pierda! Buscamos trascender, así como las piedras, una huella como las piedras. Pero el tipo que compró una manzana y como no tenía sencillo la cambia por eternidad. Era lunes de fruta me dijeron. Y la serpiente agradecida le regala el amor. Me tinca que el tipo tampoco tenía boleta porque le quedaron debiendo.

¿Que me distraiga? ¿Que lo piense? Quizás porque nos dio por pensar que los días son ahora más grises, negros y feos. Quizás porque pensamos es que me entra una mugre al ojo. Quizás porque pensamos es que el hombre se cree demasiado por caminar en dos patas. ¡Que el amor, que la superioridad evolutiva! En momento como este es que me gustaría ser caracol. Pero ¡no! ¡Que lo piense! ¿Que piense qué? ¿Que no debí haber pensado? ¡¿Que no debí haber sentido?! Lo que ocurrió fue negligencia. Un amor de cuneta. Un día nos vimos. Otro día nos vimos. Nos vimos, nos vimos, nos vimos, nos vimos y nos vimos; nos hablamos, nos quisimos, nos amamos. Y ahora esto, sola y desordenada.

La otra vez una estrella (la de arriba la de la derecha de las tres marías) me dijo que el universo era yo. Que todo lo era yo. Y que por ende, la respuesta a todo mi sufrimiento estaba dentro de mí. ¡Nadie dijo que las estrellas fuesen inteligentes! ¡Sí! Yo conocía mi dolor: pelo enrulado, estatura media, vivía en pocuro 554 y dormía en quinchamalí 2489 al lado de otra (es que hacía frío me dijo… igual estaba lloviendo). Pero no quería pelear así que le dije que lo haría. Al día siguiente busqué en mi espejo una respuesta, le preguntaba y le preguntaba, pero hablábamos al mismo tiempo así que no nos escuchamos. ¡No nos escuchamos! ¡Eso era! Yo le decía que lo amaba y ¡él no me escuchaba! A veces le mostraba el alma pero quiso ver tele. Luego me leía un libro y de nuevo el alma que se me iba en los zapatos.

Siempre íbamos a un árbol. Era hermoso. Gigantesco. Me dijo que nosotros éramos como el árbol. Él era el tronco, la simple leña que se completaba con sus hojas. Me dijo que me quería y que yo sería las hojas y los frutos. Darme cuenta tarde lo cruel del invierno con mis hojas.

La co-lumna

>Hoy: +/-

Exponer-se

“Revolucionarios del mundo ¡revolucionaos vosotros mismos!”, versa el final de la columna de nuestro “nuevo” habitué en el pasquín –veterano en la escuela– mr. Cristian Rodríguez.

Creo que por primera vez estoy de acuerdo con la puesta en escena de sus escritos –debo decir, que sin embargo de él he visto muy pocos– luego de estar en abierta oposición a su utopía planteada a través de la cuncuna amarilla (véase El Esquizoide, abril ’07).

También le he dado un vistazo a la columna de Anna O. que por estos días –hay que decirlo– anda como loca. Atrás quedaron sus tímidas reflexiones librescas, y hoy se jacta de las más sórdidas vivencias personales.

¿No es que a todos nos pasa un poco eso?

Quien escribe, debe reconocer durante el semestre en curso… una pérdida de fe en las fotocopias, y una vuelta a la vida misma (que en la práctica se traduce en: - lecturas, + horas de sueño / - clases, + vida).

Sé que ya varias veces le he dado vueltas un poco al mismo tema, recalcando que la teoría no es palabra sagrada, y que funciona en la mente de los doctos, pero no en la vida de quienes serán tus futuros pacientes –al menos no intacta–. No es renegar de ella, sino devolverla a su sitio, como abstracción necesaria pero insuficiente. (lo sé, lo sé… esa es una gran frase cliché… pero se entiende).

Hace poco leía un artículo en una revista, acerca de la reciente publicación en español del “Libro Negro del Psicoanálisis”. Las críticas a esta perspectiva teórica, las leí con curiosidad, pues “casualmente” es una teoría con la que simpatizo. Entre otras cosas, se le imputaba a Freud el crimen de inventar a los celebérrimos protagonistas de sus escritos (aprovechándose del secreto clínico, por medio del uso de seudónimos), aquellos que habrían sido beneficiados con “la cura del habla”. Los ataque más suaves, decían que de ninguna manera los había inventado… sino que nada era cierto acerca de esos casos: que jamás habían sido curados.

No faltaba en ese artículo, el testimonio de la joven que luego de seis años de un psicoanálisis infructuoso, había sido curada por una terapia cognitivo-conductual. Sólo se me viene a la cabeza, que quienes se afanan en buscar las incongruencias teóricas, los vacíos conceptuales (que por supuesto que los hay), en vez de buscar, intenten. Que se ahorren tiempo de lectura (y agreguen horas de sueño), y vivan una terapia psicoanalítica. [ – libros, + experiencia ].

Ya basta de vivir la vida con intermediarios. Y en vez de exponer las cuestiones, expongámonos a ellas.

"Doctor … ¿por qué no me enchula el alma? (Resp.) ... Porque el que esté libre de toda tranca, que lance la primera interpretación".

Me parece interesante el apreciar como un mismo modelo teórico que en realidad tiene múltiples vertientes y que de alguna forma intenta a veces a pie forzado ser un cuerpo unificado de teoría y de estrategias de intervención, es apropiado por los diferentes terapeutas de diversas maneras, en distintos niveles y con diferente grado de profundidad y compromiso. La primera impresión que se me viene a la cabeza a propósito de la labor que realiza el terapeuta, es la de un artesano o un artista plástico que trabaja por ejemplo la pintura, pero abordada de las más diversas maneras y no solo eso sino que además mezclando estilos, materiales y formas de acuerdo más bien a la creatividad y más aún, a la camiseta valórica que cada uno puede traer a la mano. Al parecer, algunos basándose en la pintura como analogía por ejemplo a lo sistémico, son más impresionistas, otros más cubistas, otros más realistas, y además siendo más o menos ortodoxos con la técnica expresiva de base que en algún momento han elegido como forma de canalizar la manera en que el arte es vivenciado. Además, junto a lo anterior, continuando con la misma analogía, no sólo aquella expresión se desarrollaría únicamente a través del óleo, la tela, la acuarela, la tempera etc. Todos los terapeutas que conozco, a mi juicio, desde un punto de vista epistemológico por así decirlo, combinan los materiales señalados con el cartón, yeso, arcilla e inclusive con el cholguán. Cualquier combinación de técnicas y estilos parece ser apropiada cuando de fondo existe una coherencia que sustenta el accionar terapéutico, o se tenga la ilusión de que existe una, a la hora de abordar un problema clínico.

El pequeño gran detalle, es que la subjetividad del terapeuta es realmente la base orientadora que lo impulsa por ejemplo, a elegir atender a determinados pacientes y no a otros, que lo impulsa a adoptar determinado estilo y determinadas técnicas y no otras, llámese narrativas, paradojas, confrontación, pautas, etc, como verdadero fundamento que orienta su comprensión de las personas, de la realidad y evidentemente de sí mismo, independientemente que exista de aquello un darse cuenta más menos elaborado. Desde este punto de vista, no llama la atención que algunos mezclen diferentes paradigmas tales como lo sistémico con lo gestáltico y lo cibernético, lo constructivista con lo psicoanalítico e inclusive con lo cognitivo conductual, etc. Al parecer, cualquier cosa puede ser válida para hacer calzar el modelo de vida personal con el ejercicio de la Psicología y no al revés. Y no necesariamente es malo, el problema es cuando se confunde por ejemplo, la obra de Melanie Klein con el Corán, o cuando a los profesores y autores les viene un delirio místico y se creen Juan Bautista y/o Jesucristo, respectivamente (sin mencionar de plano a los que no se bajan del Olimpo).

Por todo lo anterior, quiero plantear (ya que es el leit motiv de este artículo) que lo más delicado a mi juicio, es que un terapeuta, no esté absolutamente consciente y no se haga cargo de la articulación entre su subjetividad y el o la combinación de los modelos teóricos y técnicos que ha elegido, o que precisamente, la mezcla luego de salir de la licuadora sea la de alcachofas con porotos, en un mismo plato.

En este sentido, me parece obvio concebir que todos los modelos tienen sus limitaciones, por la sencilla razón de que cada modelo, fue creado y adquiriendo forma de a poco por autores de carne y hueso que también tenían y tienen sus formas de apreciar la realidad y sus propias limitaciones también. Modelos que después han sido apreciados por otros terapeutas con sus propias limitaciones humanas y con su particular forma de percibir la realidad. Parece de perogrullo y trillado decir a estas alturas del partido, que como psicólogos la herramienta de trabajo esencial es uno mismo (y eso que uno también va cambiando), pero a mi parecer, es una de las pocas certezas con la que en realidad contamos, considerando que todas las teorías están en permanente transformación y de que ninguna, en conjunto ni mucho menos por sí sola, resulta ser el santo grial ni la piedra filosofal para la comprensión y el aplacamiento del sufrimiento humano.

Futuros colegas, la invitación es a que estudien con fervor cada aspecto de la mayor cantidad posible de paradigmas y técnicas, sin abanderizarse y/o bajarse los churrines a la primera por alguno o algunas en particular, tampoco necesariamente, a la hora de estar frente a frente con los pacientes, mezclen tomates con tuercas y más bien tengan en consideración que la calidad del vínculo terapéutico (alianza de trabajo entre terapeuta y paciente), es lejos el aspecto más trascendente respecto del éxito de una psicoterapia. Además, considero fundamental hacerse consciente y responsable de la subjetividad que sustenta la elección de nuestro estilo y tanto o más importante que todo lo anterior, les sugiero ejercitar la humildad personal y también respecto de los reales alcances de nuestro quehacer profesional (bastante más modestos de lo que uno quisiera).

Lo curioso es que aunque he querido, hasta ahora, jamás he podido ni yo mismo cumplir a cabalidad con todos estos aspectos recién mencionados. Debe ser porque sencillamente, soy otro terapeuta de carne y hueso, con bastantes limitaciones, defectos físicos y psicológicos junto a una particular visión de la realidad.

Bueno, por ahora es todo cuanto puedo informar. Adelante estudios.

Víctor Hugo Frigerio
Ser humano y Psicólogo.

¿Para qué sirve un psicólogo?

(reflexiones de comienzos del fin de una Carrera-Javiera)

“Así que en quinto año… o sea ya estás por salir”, me dijo la cajera del súper hace poco (había poca gente y alto aburrimiento). Sí po, respondí con soltura… pero, ¿qué significaba eso? ¿iba a acumular más puntos? ¿me harían un descuento? ¿lo que yo dijera iba a impactar de mejor manera? ¿eso me hace ser más popular y/o más regio? Pff, nada de eso. Al contrario, estoy en Quinto, cada vez más viejo, fome y achacoso, con enormes dudas sobre la carrera y su efectividad y en búsqueda de una práctica en la que no sé que hacer.

Todo se remota al ahora lejano año 2003, llegué del sur con mi canastita de mimbre cargada de ilusiones, mal que mal estudiaría una “buena carrera” en una “buena universidad”, todo ok! Los primeros años eran medio fomes, pero sabía que después vendrían años mejores (cuando yo entré el lema de la PUC era “el comienzo de tus mejores años”). Perdía el tiempo defendiendo a destajo a cualquiera que se atreviera a decir “que la psicología es un arte y no una ciencia” o “que las psicoterapias no sirven pa na”.

Pasaron los meses y leía a miles de autores, los controles se trasponían unos tras otros y me empezaba a aburrir, ¿qué hacer?… ¡un pasquín! ¡Sí! Eso me calmó por un rato. Algunos de mis compañeros decían “parece que no es tan buena esta carrera” (esos eran los más revolucionarios, una suerte de che guevaras psicológicos) y ahí empezábamos a elucubrar soluciones ¿es por qué no hacemos prácticas?, ¿por qué vemos a un paciente recién en 4º? <- aquí uno se da cuenta que la función de un psicólogo se remite a llenar fichitas para un psiquiatra, que es quien realmente la lleva: Gana más plata, se parecen a la gente de NipTuck los más jóvenes o a Freud los más viejos, dan pastillas y licencias médicas (que es lo que importa al final) y ¿qué hace uno como psicólogo? Algunos recurren al psicoanálisis con sus absurdos teoremas de que si digo algo en contra de ellos estoy en verdad negando mis propios conflictos. Otros se lanzan con las teorías sistémicas, etéreas casi siempre, incluyendo tantas variables que parece que después quien realmente estaba enfermo era el perro de la “nana” (<- recordemos que estamos en la PUC). Los más rudos e ilusos dicen “yo saco lo bueno de ambas teorías” (nunca entendí bien como se logra esto). Pero cuando las papas queman, cuando un tío te pide un consejo o una persona como la cajera del súper, mujer aproblemada, deprimida, con sueldo bajo y Transantiago. Recuerdas tus años de carrera, recuerdas en tu mente tantos libros leídos, tantas Siquieres de Ocampos, tantos Hernández, Fernandez y Baptistas y tantos otros próceres para que al decir con toda la propiedad del mundo que te otorga ir a las clases de los mejores psicólogos del país dices simplemente “oh, que mala… pucha ojalá te recuperes” (frase ultra escuchada por mí) <- ojalá te recuperes… qué??? ¿Acaso nos creemos una suerte de dama de blanco? ¿Una especie de afiche? No, todo mal, muy mal.

La cosa en las demás especialidades no deben ser muy distintas… de laboral es donde menos sé, pero es probable que la desesperanza sea alta. Porque ¿cómo se integra ahí la psicología cuando lo que se busca es lograr tener un em bi ei (MBI)? Por educacional, mejor que ni me pregunten, tantas fichas, tanta pega… para qué ¿para rogar que por favor te acepten en algún colegio? ¿para pasar los años tratando de convencer que contar con un psicólogo siempre es relevante y crucial? Si eres exitoso lo que vas a buscar es largarte de este país y punto.

En fin, la psicología es como el viejito pascuero, existe para el que cree que existe. Así nuestra función es lograr que siempre los problemas de la mente estén presentes, aportar cada día más con jerga para que otros la ocupen: Edipo, introversión, mente, memoria, motivación, masas de gente, etc, etc, etc. Me contaron alguna vez por ahí… que a los 3 meses en general los síntomas de una persona con “psicopatología” remiten solos. Yo leí que el porcentaje de mejora de una persona que va al psicólogo. Hay que crear como dirían mis amigos psicoanalistas “la fantasía de la cura y la enfermedad” si no este sistema colapsa y arrastraríamos una cesantía onto y filogenética. (A todo esto… el metro en este último tiempo está pasado hediondo a filogenia)

Y a mi abuela que alguna vez me preguntó: Mijito ¿y para qué sirve un psicólogo? Hoy le tengo la respuesta…Un psicólogo no sé pa que sirve… supongo que para nada o muy poco.

* dedicado al profe Coloma… quien dijo que la psicología educacional, no era servía pa na… Simplemente usted tenía razón, sólo que olvidó agregar al psicoanálisis y todas las teorías terminadas en “…ista” (y si, no tuve clases con él y ¿que con eso?)

Con cariño,
Jaime Balladares H

(*) Si está en primero o con crisis vocacional, ¡favor no leer!

P.S.: ¿Por qué en todas las cosas que escribo tengo que poner P.S.? ¿por qué no escribí alguna frase en otro idioma como la mayoría de la gente que escribe en este pasquín? ¿por qué hay días en que me levanto con un enorme impulso a citar con Apa? ¿por qué siempre tengo que responder “depende” cuando me ponen en dilemas psicológicos? ¿por qué si los ayudantes de la escuela hacen más pega que los profesores ganan en proporción un 0,000000001 del sueldo de un docente?

Pisco-teando

por A.

Estoy con B sentado en el borde de la pileta que está al medio del patio. Son como las seis de la tarde y ya está oscuro. No hay nadie dando vueltas, probablemente por el frío.

B me pasa un pito y comienza a hablar. Me dice que en esta escuela no se puede alegar. A la primera queja, a la crítica más nimia, eres un "resentido". B hace el signo de las comillas. Estás obligado a conformarte con todo. Con clases malas, con profesores indeseados, con la gente, con las "tremendas" ganas de las personas de hacer cosas. Te conformas o eres parte de un submundo de "resentidos" que echan a perder la imagen de Disneyworld que tiene la PUC.

Sale alguien de la Crisol y nos mira. Ni siquiera hacemos el intento de esconder la fuente del olor que atrajo al mirón. De hecho, aunque lo hubiésemos querido no lo habríamos hecho. Nos distrajimos tratando de oír una música que sonaba en alguna parte. Miramos hacia arriba y vemos luces prendidas en el tercer piso.

Cuando terminamos de fumar caminamos hacia la Escalera de la fachada. Esa que súper poca gente usa y que está tapada por un árbol. No sé por qué nos dimos esa vuelta extraña. Quizás de puro volaos. Llegamos al tercer piso y no hay nadie. La sala de los computadores ya está oscura. Caminamos hacia la puerta de vidrio que da hacia las oficinas de los profes. Por supuesto, está cerrada. ¿No es infame?, pregunta B mientras apunta al citófono que comunica con los profesores.

Adentro se escucha reggaetón y vemos a Alvarito que se asoma por la puerta de una oficina. Le hacemos señas para que nos abra. Aquí está todo pasando, le digo a Alvarito apenas nos abre y él nos hace un gesto como dicendo pero por supuesto.

Venimos a que nos enseñes un paso, dice B. Alvarito se entusiasma al tiro. Nos muestra unos movimientos de lo más vacilones. B le sigue el ritmo pero a mí no me resulta tan bien. Mira que aprende rápido, le dice Alvarito a B. Nunca te podremos superar Alvarito, tú eres el dios. Ya lo sabía hermano, le responde. Nos reímos, aunque probablemente sea más efecto de la weed que de la situación.

Ahora yo te enseño a ti. B se acerca a la radio para cambiar la sintonía. Esa música es súper vieja po, digo yo. Cállate, me responde ofendido, no ves que es un clásico: Ella Fitzgerald con Duke Ellington. Inmediatamente capta el ritmo. Por la pura cara se nota que está en las nubes. Y aunque Alvarito le intenta copiar algunos pasos, se nota que B no se da ni por enterado. Aparte, Alvarito recurre constantemente a sus movimientos reggaetoneros lo que demuestra que sus dominios son claramente otros. Cada día se aprende algo nuevo, admite finalmente cuando la música se termina.

Un rato después vamos caminando hacia el metro. A Alvarito lo dejamos ordenando.

– Nos podríamos haber fumado uno con Alvarito.
– ¿Tú crees que fume?
– ¡Demás que sí! Imagínate fumarse uno con Alvarito en la oficina de Haye. Y que de pronto llegue Haye y nos convida de su cosecha.

Nos da un ataque de risa. Pero Haye no fuma. Y Alvarito tampoco. Al menos no en esta historia.

Espera, digo, déjame sacarle una foto a Baticristo. Saco la cámara. ¿Qué onda? Me sale corrida. ¿Qué cámara es?, pregunta B. Una Nikon Coolpix. Son malas esas, me dice. Son como las que usa la niñita del comercial de Cybershot, donde un loco se tira en bungee, Nunca salen como tienen que salir.

Cállate resentido.

B se ríe.

Seguimos al metro teorizando sobre el origen fenicio de la escultura de Baticristo. O que la hizo Tim Burton para la última película de Batman que nunca logró terminar. O que la desenterraron viva y la tuvieron que crucificar antes de ponerla en el pedestal.

Pasamos el torniquete del metro. B me pregunta: «Si tuvieras que irte en un metro repleto, más apretado que una sardina, y después tuvieras cambiarte a una micro más llena todavía y te demoraras una hora y media en llegar a tu casa, ¿qué serías?» Lo pienso un rato. ¿Un wn con mala cueva? No, me dice B, serías un resentido.

Le sonrío.

Nos despedimos y B toma la escalera derecha.