junio 01, 2007

La co-lumna

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Exponer-se

“Revolucionarios del mundo ¡revolucionaos vosotros mismos!”, versa el final de la columna de nuestro “nuevo” habitué en el pasquín –veterano en la escuela– mr. Cristian Rodríguez.

Creo que por primera vez estoy de acuerdo con la puesta en escena de sus escritos –debo decir, que sin embargo de él he visto muy pocos– luego de estar en abierta oposición a su utopía planteada a través de la cuncuna amarilla (véase El Esquizoide, abril ’07).

También le he dado un vistazo a la columna de Anna O. que por estos días –hay que decirlo– anda como loca. Atrás quedaron sus tímidas reflexiones librescas, y hoy se jacta de las más sórdidas vivencias personales.

¿No es que a todos nos pasa un poco eso?

Quien escribe, debe reconocer durante el semestre en curso… una pérdida de fe en las fotocopias, y una vuelta a la vida misma (que en la práctica se traduce en: - lecturas, + horas de sueño / - clases, + vida).

Sé que ya varias veces le he dado vueltas un poco al mismo tema, recalcando que la teoría no es palabra sagrada, y que funciona en la mente de los doctos, pero no en la vida de quienes serán tus futuros pacientes –al menos no intacta–. No es renegar de ella, sino devolverla a su sitio, como abstracción necesaria pero insuficiente. (lo sé, lo sé… esa es una gran frase cliché… pero se entiende).

Hace poco leía un artículo en una revista, acerca de la reciente publicación en español del “Libro Negro del Psicoanálisis”. Las críticas a esta perspectiva teórica, las leí con curiosidad, pues “casualmente” es una teoría con la que simpatizo. Entre otras cosas, se le imputaba a Freud el crimen de inventar a los celebérrimos protagonistas de sus escritos (aprovechándose del secreto clínico, por medio del uso de seudónimos), aquellos que habrían sido beneficiados con “la cura del habla”. Los ataque más suaves, decían que de ninguna manera los había inventado… sino que nada era cierto acerca de esos casos: que jamás habían sido curados.

No faltaba en ese artículo, el testimonio de la joven que luego de seis años de un psicoanálisis infructuoso, había sido curada por una terapia cognitivo-conductual. Sólo se me viene a la cabeza, que quienes se afanan en buscar las incongruencias teóricas, los vacíos conceptuales (que por supuesto que los hay), en vez de buscar, intenten. Que se ahorren tiempo de lectura (y agreguen horas de sueño), y vivan una terapia psicoanalítica. [ – libros, + experiencia ].

Ya basta de vivir la vida con intermediarios. Y en vez de exponer las cuestiones, expongámonos a ellas.

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