junio 01, 2007

Pisco-teando

por A.

Estoy con B sentado en el borde de la pileta que está al medio del patio. Son como las seis de la tarde y ya está oscuro. No hay nadie dando vueltas, probablemente por el frío.

B me pasa un pito y comienza a hablar. Me dice que en esta escuela no se puede alegar. A la primera queja, a la crítica más nimia, eres un "resentido". B hace el signo de las comillas. Estás obligado a conformarte con todo. Con clases malas, con profesores indeseados, con la gente, con las "tremendas" ganas de las personas de hacer cosas. Te conformas o eres parte de un submundo de "resentidos" que echan a perder la imagen de Disneyworld que tiene la PUC.

Sale alguien de la Crisol y nos mira. Ni siquiera hacemos el intento de esconder la fuente del olor que atrajo al mirón. De hecho, aunque lo hubiésemos querido no lo habríamos hecho. Nos distrajimos tratando de oír una música que sonaba en alguna parte. Miramos hacia arriba y vemos luces prendidas en el tercer piso.

Cuando terminamos de fumar caminamos hacia la Escalera de la fachada. Esa que súper poca gente usa y que está tapada por un árbol. No sé por qué nos dimos esa vuelta extraña. Quizás de puro volaos. Llegamos al tercer piso y no hay nadie. La sala de los computadores ya está oscura. Caminamos hacia la puerta de vidrio que da hacia las oficinas de los profes. Por supuesto, está cerrada. ¿No es infame?, pregunta B mientras apunta al citófono que comunica con los profesores.

Adentro se escucha reggaetón y vemos a Alvarito que se asoma por la puerta de una oficina. Le hacemos señas para que nos abra. Aquí está todo pasando, le digo a Alvarito apenas nos abre y él nos hace un gesto como dicendo pero por supuesto.

Venimos a que nos enseñes un paso, dice B. Alvarito se entusiasma al tiro. Nos muestra unos movimientos de lo más vacilones. B le sigue el ritmo pero a mí no me resulta tan bien. Mira que aprende rápido, le dice Alvarito a B. Nunca te podremos superar Alvarito, tú eres el dios. Ya lo sabía hermano, le responde. Nos reímos, aunque probablemente sea más efecto de la weed que de la situación.

Ahora yo te enseño a ti. B se acerca a la radio para cambiar la sintonía. Esa música es súper vieja po, digo yo. Cállate, me responde ofendido, no ves que es un clásico: Ella Fitzgerald con Duke Ellington. Inmediatamente capta el ritmo. Por la pura cara se nota que está en las nubes. Y aunque Alvarito le intenta copiar algunos pasos, se nota que B no se da ni por enterado. Aparte, Alvarito recurre constantemente a sus movimientos reggaetoneros lo que demuestra que sus dominios son claramente otros. Cada día se aprende algo nuevo, admite finalmente cuando la música se termina.

Un rato después vamos caminando hacia el metro. A Alvarito lo dejamos ordenando.

– Nos podríamos haber fumado uno con Alvarito.
– ¿Tú crees que fume?
– ¡Demás que sí! Imagínate fumarse uno con Alvarito en la oficina de Haye. Y que de pronto llegue Haye y nos convida de su cosecha.

Nos da un ataque de risa. Pero Haye no fuma. Y Alvarito tampoco. Al menos no en esta historia.

Espera, digo, déjame sacarle una foto a Baticristo. Saco la cámara. ¿Qué onda? Me sale corrida. ¿Qué cámara es?, pregunta B. Una Nikon Coolpix. Son malas esas, me dice. Son como las que usa la niñita del comercial de Cybershot, donde un loco se tira en bungee, Nunca salen como tienen que salir.

Cállate resentido.

B se ríe.

Seguimos al metro teorizando sobre el origen fenicio de la escultura de Baticristo. O que la hizo Tim Burton para la última película de Batman que nunca logró terminar. O que la desenterraron viva y la tuvieron que crucificar antes de ponerla en el pedestal.

Pasamos el torniquete del metro. B me pregunta: «Si tuvieras que irte en un metro repleto, más apretado que una sardina, y después tuvieras cambiarte a una micro más llena todavía y te demoraras una hora y media en llegar a tu casa, ¿qué serías?» Lo pienso un rato. ¿Un wn con mala cueva? No, me dice B, serías un resentido.

Le sonrío.

Nos despedimos y B toma la escalera derecha.

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