junio 01, 2007

"Doctor … ¿por qué no me enchula el alma? (Resp.) ... Porque el que esté libre de toda tranca, que lance la primera interpretación".

Me parece interesante el apreciar como un mismo modelo teórico que en realidad tiene múltiples vertientes y que de alguna forma intenta a veces a pie forzado ser un cuerpo unificado de teoría y de estrategias de intervención, es apropiado por los diferentes terapeutas de diversas maneras, en distintos niveles y con diferente grado de profundidad y compromiso. La primera impresión que se me viene a la cabeza a propósito de la labor que realiza el terapeuta, es la de un artesano o un artista plástico que trabaja por ejemplo la pintura, pero abordada de las más diversas maneras y no solo eso sino que además mezclando estilos, materiales y formas de acuerdo más bien a la creatividad y más aún, a la camiseta valórica que cada uno puede traer a la mano. Al parecer, algunos basándose en la pintura como analogía por ejemplo a lo sistémico, son más impresionistas, otros más cubistas, otros más realistas, y además siendo más o menos ortodoxos con la técnica expresiva de base que en algún momento han elegido como forma de canalizar la manera en que el arte es vivenciado. Además, junto a lo anterior, continuando con la misma analogía, no sólo aquella expresión se desarrollaría únicamente a través del óleo, la tela, la acuarela, la tempera etc. Todos los terapeutas que conozco, a mi juicio, desde un punto de vista epistemológico por así decirlo, combinan los materiales señalados con el cartón, yeso, arcilla e inclusive con el cholguán. Cualquier combinación de técnicas y estilos parece ser apropiada cuando de fondo existe una coherencia que sustenta el accionar terapéutico, o se tenga la ilusión de que existe una, a la hora de abordar un problema clínico.

El pequeño gran detalle, es que la subjetividad del terapeuta es realmente la base orientadora que lo impulsa por ejemplo, a elegir atender a determinados pacientes y no a otros, que lo impulsa a adoptar determinado estilo y determinadas técnicas y no otras, llámese narrativas, paradojas, confrontación, pautas, etc, como verdadero fundamento que orienta su comprensión de las personas, de la realidad y evidentemente de sí mismo, independientemente que exista de aquello un darse cuenta más menos elaborado. Desde este punto de vista, no llama la atención que algunos mezclen diferentes paradigmas tales como lo sistémico con lo gestáltico y lo cibernético, lo constructivista con lo psicoanalítico e inclusive con lo cognitivo conductual, etc. Al parecer, cualquier cosa puede ser válida para hacer calzar el modelo de vida personal con el ejercicio de la Psicología y no al revés. Y no necesariamente es malo, el problema es cuando se confunde por ejemplo, la obra de Melanie Klein con el Corán, o cuando a los profesores y autores les viene un delirio místico y se creen Juan Bautista y/o Jesucristo, respectivamente (sin mencionar de plano a los que no se bajan del Olimpo).

Por todo lo anterior, quiero plantear (ya que es el leit motiv de este artículo) que lo más delicado a mi juicio, es que un terapeuta, no esté absolutamente consciente y no se haga cargo de la articulación entre su subjetividad y el o la combinación de los modelos teóricos y técnicos que ha elegido, o que precisamente, la mezcla luego de salir de la licuadora sea la de alcachofas con porotos, en un mismo plato.

En este sentido, me parece obvio concebir que todos los modelos tienen sus limitaciones, por la sencilla razón de que cada modelo, fue creado y adquiriendo forma de a poco por autores de carne y hueso que también tenían y tienen sus formas de apreciar la realidad y sus propias limitaciones también. Modelos que después han sido apreciados por otros terapeutas con sus propias limitaciones humanas y con su particular forma de percibir la realidad. Parece de perogrullo y trillado decir a estas alturas del partido, que como psicólogos la herramienta de trabajo esencial es uno mismo (y eso que uno también va cambiando), pero a mi parecer, es una de las pocas certezas con la que en realidad contamos, considerando que todas las teorías están en permanente transformación y de que ninguna, en conjunto ni mucho menos por sí sola, resulta ser el santo grial ni la piedra filosofal para la comprensión y el aplacamiento del sufrimiento humano.

Futuros colegas, la invitación es a que estudien con fervor cada aspecto de la mayor cantidad posible de paradigmas y técnicas, sin abanderizarse y/o bajarse los churrines a la primera por alguno o algunas en particular, tampoco necesariamente, a la hora de estar frente a frente con los pacientes, mezclen tomates con tuercas y más bien tengan en consideración que la calidad del vínculo terapéutico (alianza de trabajo entre terapeuta y paciente), es lejos el aspecto más trascendente respecto del éxito de una psicoterapia. Además, considero fundamental hacerse consciente y responsable de la subjetividad que sustenta la elección de nuestro estilo y tanto o más importante que todo lo anterior, les sugiero ejercitar la humildad personal y también respecto de los reales alcances de nuestro quehacer profesional (bastante más modestos de lo que uno quisiera).

Lo curioso es que aunque he querido, hasta ahora, jamás he podido ni yo mismo cumplir a cabalidad con todos estos aspectos recién mencionados. Debe ser porque sencillamente, soy otro terapeuta de carne y hueso, con bastantes limitaciones, defectos físicos y psicológicos junto a una particular visión de la realidad.

Bueno, por ahora es todo cuanto puedo informar. Adelante estudios.

Víctor Hugo Frigerio
Ser humano y Psicólogo.

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