junio 01, 2007

Mi amor sin instrucciónes

por Antonella Giannini

Alguien sabe dónde venden las instrucciones para el amor? Porque cuando me enamoré se me olvidó pedir boleta y ahora ¡no se donde quejarme!

Me dijeron que se servía solo (a mí me gustan las papas fritas), que entre sábanas sabía mejor y que movía al mundo (pero hasta ahora tan solo mis lágrimas han sido empujadas).

Pero el amor que me vendieron no tenía instrucciones. De pronto una oferta y ¡zas! El chileno lo quiere tener todo, para ostentar (la tristeza) parece.

Y ahora estoy sola (muy (in))felizmente. Es que a uno le dicen que Shakespeare era inteligente y se enamoraba…y una quiere ser inteligente también. Pero parece que en Europa hoy es de noche. Me dijeron que hablara con la luna. Pero… no sé… me molestan las estrellas observando. Mi amor fue silencioso y ahora no me gustaría contarlo. Pero las estrellas –que somos confiables; que te vimos nacer– ¡que la vida quiere ser piedra! Ese es mi sentido, ¡ser pierda! Buscamos trascender, así como las piedras, una huella como las piedras. Pero el tipo que compró una manzana y como no tenía sencillo la cambia por eternidad. Era lunes de fruta me dijeron. Y la serpiente agradecida le regala el amor. Me tinca que el tipo tampoco tenía boleta porque le quedaron debiendo.

¿Que me distraiga? ¿Que lo piense? Quizás porque nos dio por pensar que los días son ahora más grises, negros y feos. Quizás porque pensamos es que me entra una mugre al ojo. Quizás porque pensamos es que el hombre se cree demasiado por caminar en dos patas. ¡Que el amor, que la superioridad evolutiva! En momento como este es que me gustaría ser caracol. Pero ¡no! ¡Que lo piense! ¿Que piense qué? ¿Que no debí haber pensado? ¡¿Que no debí haber sentido?! Lo que ocurrió fue negligencia. Un amor de cuneta. Un día nos vimos. Otro día nos vimos. Nos vimos, nos vimos, nos vimos, nos vimos y nos vimos; nos hablamos, nos quisimos, nos amamos. Y ahora esto, sola y desordenada.

La otra vez una estrella (la de arriba la de la derecha de las tres marías) me dijo que el universo era yo. Que todo lo era yo. Y que por ende, la respuesta a todo mi sufrimiento estaba dentro de mí. ¡Nadie dijo que las estrellas fuesen inteligentes! ¡Sí! Yo conocía mi dolor: pelo enrulado, estatura media, vivía en pocuro 554 y dormía en quinchamalí 2489 al lado de otra (es que hacía frío me dijo… igual estaba lloviendo). Pero no quería pelear así que le dije que lo haría. Al día siguiente busqué en mi espejo una respuesta, le preguntaba y le preguntaba, pero hablábamos al mismo tiempo así que no nos escuchamos. ¡No nos escuchamos! ¡Eso era! Yo le decía que lo amaba y ¡él no me escuchaba! A veces le mostraba el alma pero quiso ver tele. Luego me leía un libro y de nuevo el alma que se me iba en los zapatos.

Siempre íbamos a un árbol. Era hermoso. Gigantesco. Me dijo que nosotros éramos como el árbol. Él era el tronco, la simple leña que se completaba con sus hojas. Me dijo que me quería y que yo sería las hojas y los frutos. Darme cuenta tarde lo cruel del invierno con mis hojas.

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