noviembre 01, 2007

The Chimney Sweeping

Fin de semestre
(O sobre cómo la queja neurótica puede ser útil cuando no se tienen mejores temas)

Hace un tiempo atrás un atormentado estudiante de Ingeniería (entendámonos, nadie puede ser feliz si en su malla curricular aparecen ramos con nombres tan ominosos como Modelos Estocásticos o Ecuaciones diferenciales parciales), me comentaba cuánto odiaba los fines de semestre; que mil pruebas diarias, que salvar el ramo-espantoso-ultra-pre-requisito-para-todo, que suplicarle al profesor malvado de turno para que no lo raje (cuentan las malas lenguas que uno empeñó algo más que la dignidad y el cinturón para conseguir el tan anhelado 3,95), que la tan odiosa, y ahora además confusa, toma de ramos, entre tantas otras tribulaciones ingenieriles (como la desgracia de no disfrutar de un paisaje agradable a la vista… psicólogos, ¡regocijaos ante tanta belleza! Nunca ganaréis como los ingenieros, pero sus maravillosas colegas siempre serán bastante más (ad)mirables).

En ese entonces, otrora adorable y encantadora estudiante de segundo año (juro que nunca me rasqué tanto la guata como en el entrañable y aburrido semestre de Psicología Social), no logré entender de qué me hablaba. ¿Que la Universidad es estresante? ¿Que hay exámenes? ¿Que hay que pelear por pasar los ramos? Recuerdo haberlo mirado con psicótica perplejidad y haberme sentido dichosa de estudiar algo tan placentero como Psicología. Es que más allá de lo bananera que pueda ser la Escuela o de lo pelafustanes que son ciertos ramos infames con sus múltiples evaluacioncitas de poca monta, que no valen más que una pelusa por ciento, nuestra carrera más parece un Resort freudiano horrendamente decorado, que un lugar estresante.

O parecía. Porque sí, señores, en cuarto año la cosa cambia (preparad, oh aún dichosos novatos, vuestros riñones para la bestial cantidad de café que consumiréis en un par de años). Es que sí, miles y miles de evaluaciones, oportunamente apiñadas en apenas dos, por cierto infernales, semanas. Y, por supuesto, la guinda: el Examen de Licenciatura en Enero, cuyo temario tiene mayor extensión que la lista de contactos telefónicos del Negro Piñera. Y como la irresponsabilidad es tan jodidamente atractiva y la desorganización y el despelote tan combinable con unos lindos zapatos, huelga decir que me topé con todo esto de repente; algo así como una suerte de tsunami académico, que no sólo está destrozando mis estrujadas neuronas, sino también mi vida social. Es que no hay tiempo para nada, ni para carretear como tío Freud manda; juro que hasta echo de menos una bien merecida caña. Y ni hablar de las necesidades básicas, de hecho, calculé que en las próximas semanas puedo ir sólo una vez al baño al día, dormir ciento veintitrés minutos y comer mientras hago las respectivas entrevistas para los múltiples trabajos que he de entregar, que por cierto se multiplican como conejos.

He llegado a niveles desesperados de estrés y hasta he considerado marcar 800-ROSSO para ver si él es capaz de detener esta locura. Si no resulta, tendré que apelar a la siempre confiable histeria y sus encantos, a bailarle a la Pachamama o a vender mi alma al mejor postor con tal de tener un día de 30 horas. De otro modo, estoy frita. En cuanto al tan temido Examen de Licenciatura creo que me lo tomaré con calma y aprovecharé esto del calentamiento global en alguna playa exótica de por ahí y estudiaré mirando a estupendos mulatos (y atléticos ¡no olvidemos lo fundamental!), con piñas coladas en mis manos. Después de todo, señores, si la violación es inminente, ¡relájate y disfruta!

Cosas Raras

(o "Algo huele mal en la Escuela de Psicología y no son las fuentes de agua")

por She-Ra Hemmings

Hola Gente que estudia Psicología: unas semanas atrás, a algunos de ustedes les debiera haber llegado un mail que empezaba así:

“Por medio de este e-mail, quiero comentarles que en la universidad, se ha creado un nuevo concurso para los docentes llamado Premio Reconocimiento Excelencia Docente. Los profesores distinguidos recibirán una asignación importante de dinero además de un reconocimiento público. Las nominaciones al concurso serán resueltas por el COMITÉ CURRICULAR de la EPUC. Sin embargo, para nosotros como comité curricular es muy importante obtener el input de los estudiantes para determinar estas nominaciones. Por lo tanto, queremos pedirles que en su calidad de representantes de los estudiantes nos hagan llegar por esta vía (reply a este mismo email) un listado de cuatro docentes que a su parecer deberían ser nominados a este premio, incluyendo una breve descripción del porqué consideran que cada uno de estos profesores se merecería el premio”.

Primera cosa rara, este mail se lo enviaron con un día o dos de anticipación a los delegados, así que entre que los delegados pudieran ver el mail para reenviarlo a los estudiantes de psicología hay un lapso considerable de tiempo para que alcancen a enviarlo efectivamente antes del plazo descrito en dicho mail. De ahí a que los estudiantes puedan ver el mail y decidan contestar efectivamente es otro coladero, es decir, menos y menos posibilidades de que una gran cantidad de alumnos envíe su mail con sus docentes nominados. Supe que finalmente llegaron algunos mails, pero ALGUNOS, de los XXX estudiantes que somos en Psicología. Y aunque todos o la mayoría enviara sus preferencias estoy segura de que les habría dado un poco de lata revisarlos todos y hacer un conteo.

Segunda cosa rara, no se dieron explicaciones sobre a quién se le ocurrió inventar semejante premio, pero lo que sí se sabe es que es algo que viene de “más arriba”; más allá de nuestra escuela… (¿Dirección de Pregrado? ¿Rosso? … ¿EL PAPA?). Tampoco explicaron a pito de qué se creó el premio; y, como buenos estudiantes PUC, nunca supimos nada ni alegamos nada, porque no preguntamos ni nos preguntamos a nosotros: “¿Por qué un premio de este tipo incluye plata, o más bien “una asignación importante de dinero”? Esto por lo menos es RARO. Y lo más importante, ¿quién elige finalmente a los nominados? El COMITÉ CURRICULAR. ¿Los profes le hacen clases al comité curricular? No, sino a los alumnos. ¡Ah! Entonces quizás los alumnos deberían elegir directamente. Pero ¡NO! Es el Comité este el que elige indirectamente quién se lleva la plata. Y eso es lo raro, cuestionable, “oscuro”, sinónimos afines.

Posteriormente, y como tercera cosa rara, se nos envía un mail de manera más masiva para que elijamos 3 profesores/as incluyendo comentario de por qué lo elegimos, pero ahora es mediante una encuesta online, también para el mismo premio. ¿Pero cómo? ¿Ya no valen las sugerencias que hicieron los estudiantes en respuesta al primer mail? Tampoco hay explicación de esto (o tal vez yo, ingenua, tuve la esperanza de que la hubiera).

Ya, ¿pero qué sucede con eso?… Pues sucede que al incluir dinero en un premio de reconocimiento docente se presta para malentendidos; creo que es realmente no-necesario. Que hagan un reconocimiento, ok, pero no pongan plata; creo que efectivamente podrían ser más creativos. Además, ¿cuál es el propósito de esto? ¿incentivar con refuerzos positivos, como $$$, para que los profes se esfuercen más? Mmm, creo que eso también es cuestionable.

Cuarta cosa rara, pero muy predecible y a la par en importancia con este último argumento, está el hecho de que sólo podemos elegir a los profesores de planta. Pero ¡Oh! ¿No hay profes que también hacen clases pero no son de planta, sino que trabajan por “horas”? Claro que sí, pero ellos no son elegibles… DOBLEMENTE RARO, o, más bien, INJUSTO. En una de esas es cierto el rumor de que a la “escuela” (como ente abstracto y difuso) no le “gusta” que profes externos se ganen premios de reconocimiento todos los años (ejemplo: Coloma).

Eso sería, denle una vuelta, a ver qué les parece. O no. Después de todo, el status quo tiene un calorcito tan reconfortante...

Klein for Men

por Roberto Musa

Proyecto de Literatura para Psicólogos

Es una mala costumbre, y aunque ciertamente, estimado lector, cometería un error al inducírsela, confío ciegamente en que la perspicacia que lo define evitará cualquier posible inconveniente. Me refiero, evidentemente, al intento (destinado al fracaso) de emular a personajes de Borges. Lamentablemente, en mi caso el daño está ya hecho, pero el que mi obsesión se transforme en un cautionary tale, más que feliz me haría. Comenzó frente al conocimiento de aquel pueblo en el que sus autores, por cada libro concebido, escriben en su reverso un contralibro; su más completa antítesis. Una subjetividad estructurada en torno a la idea de que (y parafraseo) el mero hecho de nombrar un estado mental importa una falsificación, me sedujo más de lo que puedo explicar, llegando hasta tomarla como mía -y no sin arrogante entusiasmo, debería añadir-.

Pero evitemos divagaciones innecesarias (no debido a que lo sean, sino al contrario, a que todavía quedan muchas más), el resultado de la posición recién expuesta es una fatal tendencia a convertirme -por un tiempo restringido, claro- a cualquier corriente particular que ostente el autor del libro que en ese momento guíe mi pensamiento. De esta manera, he tenido el honor –aunque la mayoría de las veces no el talento- de ver al mundo como --------------, -----------, ------------, y, por supuesto, nietzscheano (aunque, como el lector bien sabe, todos hemos pasado por ahí –y es en caso de no ser así que no podría dejar pasar la oportunidad de recomendarlo-).

Así pues, proclamo impúdicamente mi doctrina de este mes (y es “este mes” porque si nuestra amada escuela no nos ahogara con trabajos en el último cuarto del semestre, probablemente diría “estas semanas”), aprovechando igualmente de hacer una recomendación. Indico además que la razón de ser de este texto será proclamada a continuación, porque entiendo la expectativa del honorable lector, que tan acostumbrado como está al servicial abstract, requiere conocer inmediatamente el sentido de su presente lectura. Es así como me dedicaré, en el próximo párrafo, a hacer ambas la declaración y la recomendación de mi nuevo libro favorito.

Y ya que éste es el antes mencionado como el “próximo párrafo”, ¿qué sería yo sino un vil mentiroso -manipulador, incluso- de no referir efectivamente cuál es aquel libro que justifica su esfuerzo intelectual? Lamentablemente querido lector, aún en el caso de que usted pensara eso, tendré que correr ese riesgo y recordarle que está leyendo un proyecto, no una declaración. Como tal, me temo que el momento de la mención del libro no es el presente. Al contrario, explicaré el proyecto –engorroso problema que hasta ahora he evitado-, con la esperanza de que alguien allí afuera -y conociéndolo, distinguido lector, probablemente sea usted mismo- se acerque con una “¡fascinante idea!”, sólo para darme algún sabio consejo del que de ninguna manera podría prescindir.

El tan mencionado proyecto, entonces, busca analizar tres obras literarias específicas a la luz de teorías psicológicas, todas éstas amparadas bajo tres momentos del mismo problema: la semiosis ilimitada implícita en la concepción del mundo como texto y del texto como mundo (antigua idea pulverizada y convertida en el mismo aire que respiramos). Así, la obra de Sterne: La Vida y Opiniones de Tristram Shandy, Caballero sería analizada a la luz de su principal referente psicológico (y filosófico), la asociación de ideas en Locke -y cómo probablemente insultaría su inteligencia, lector, si mencionara su versión diluida (el condicionamiento clásico), procuraré no hacerlo-; Ulises sería relacionada con la corriente de conciencia en James -aunque probablemente debería leer primero a Joyce, pues no pensará usted que he leído a la mitad de los autores que discuto-; y finalmente, El Péndulo de Foucault, de Eco, a la luz de la asociación libre en Freud –y no necesariamente porque todo lo que hagan Belbo y pandilla pueda ser interpretado como una gran asociación libre disfrazada de ejercicio intelectual-.

Retornaré ahora a la deuda pendiente, para finalizar el presente texto mencionando –y recomendando- aquel libro que ha dado lugar a toda esta reflexión. Es imperioso hacerlo inmediatamente, pues el espacio es limitado (tal como la paciencia del lector) e imposibilita mayores digresiones. Lamentablemente, deberé defraudarlo nuevamente y posponer dicho título para mejor ocasión, pues el espacio disponible (unas pocas palabras) sólo permite el nombre y el año de quien escribe.

Rodrigo Farías 4to Año

Conversación de pasillo

1: Hola.
2: Hola.

1: ¿Como estai?
2: Bien, ¿y tú?
1: Bien también.

1: Oye… Separa la palabra therapist en dos.
2: Emm… Thera-pist?
1: No, trata de nuevo.
2: The-rapist……….. OHHHHHH
1: ¿No cierto?
2: Habla mal de nosotros.

FIN

Caso Abierto

Hoy: ¿Teletón es una muestra de la generosidad de los chilenos?

No. No lo es. De hecho, es uno de los malos argumentos para decir que sí somos generosos. Sin menospreciar la recaudación de fondos monetarios con objetivo de ayudar a las personas discapacitadas, se observa claramente que el aporte “generoso” en la cuenta 241500-03, es simplemente el chivo expiatorio para decir: “Hey somos generosos, estamos con la Teletón”, o en el caso de la empresas: “Compre aquí porque estamos con la Teletón”. Lo más hipócrita del hecho es el slogan publicitario de este año: “Teletón: A cada paso estás tú”, pues ¿estamos en cada paso de siquiera una persona perteneciente a la Teletón? Sabemos que la respuesta es negativa, y es triste saber que en realidad no nos da más que para ayudar con lukas, mientras que las personas discapacitadas no solo necesitan dinero para financiar a la institución que les proporciona los medios de rehabilitación, sino también necesitan urgentemente que se les atribuya la dignidad de cualquier persona natural. Es decir, que la sociedad los acoja, lo que concretamente significa que en: la educación, las construcciones públicas, el proyecto país, etc. los consideren e integren; y que ello derive en medidas mínimas como, por ejemplo, la construcción de un ascensor en la estación Baquedano; y medidas más a largo plazo como: la no discriminación en el ingreso a la educación.

Lo único que se consigue con esta ilusión caritativa, es vanagloriarnos de acciones supuestamente generosas, que revelan un inexistente compromiso con la causa, y el doble estándar reinante.

En definitiva el show Teletón es una buena y loable acción, pero no podemos negar que muchos aprovechan la situación para publicitar sus productos, canciones, e imágenes personales. Y esta ética utilitarista arriesga la potencial posibilidad de que en un futuro por x motivo la beneficencia no venda, y por lo tanto nadie de un veinte por ella.

Ojalá que los futuros psicólogos no nos quedemos con la idea de que la Teletón es sólo una fiesta nacional que busca recaudar más de once mil 800 millones de pesos, sino que además nos sirva para reflexionar sobre cómo estamos aportando a un mejor país, y cual es la mejor y eficiente forma de hacerlo. Propongo que no sólo el dinero soluciona los problemas sino que también, muchas veces, es más necesario entregar nuestro trabajo y nuestro tiempo. Solo así el proyecto tomará real sentido, Como ya saben en este caso abierto, como en los anteriores, se pueden tomar muchas posiciones, y será bien recibida toda: sugerencia, rebato, complemento, ironización, crítica, intervenciones artísticas, etc.

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