mayo 01, 2007

The Chimney Sweeping

Especulaciones forzadas
O sobre una adorable Colomina

Pues bien, mientras escribo estas líneas, figuro en uno de aquellos abyectos ramos, cuya capacidad para elevarte a la ionosfera supera con creces la de ciertas yerbitas tetrahidrocannabinolosas, aunque claro, sin sus efectos lúdicos asociados. Así, cuando la asistencia es inevitable y el aburrimiento un requisito, se da el escenario perfecto para caer en el maravilloso ámbito de la especulación y montar mi teatro privado, imaginando mundos posibles al más fiel estilo de efecto mariposa. Ahora bien, no es preciso ir muy lejos para encontrar el material destinado al argumento del guión. Es que esta misma Escuela da para mucho; después de todo, es probable que no exista lugar que concentre tal variedad de peculiaridades. Y me remito sólo a su escultural cuerpo docente.

Las preguntas dan para largo. ¿O acaso me van a negar que jamás han pensado en las coquetas patillas hayesianas? ¿Qué tal será tener a la Ety como suegra? ¿Sabrá Reinoso que existe un fan club femenino en su honor? ¿Quién asesorará a Recuero en su modo de vestir? ¿Las laberínticas y horrendas pruebas de Rosas serán un experimento de Armijo para evaluar la tolerancia ante el sadismo? ¿Cómo habrán sido los años de estudiante de Bernardita? ¿Habrá sido el propio Cornejo quien corrió el rumor de un tórrido romance con la Marcela Vacarezza?

Y la cuestión de todas las cuestiones ¿qué habría sido de la humanidad si Coloma, en vez de ser Coloma, hubiese sido una adorable Colomina? Si consideramos que “la anatomía es el destino”, el tema no es menor, sobre todo si tan popular personaje usase tacos altos y rimel. Es que our lovely psychonalyst, todos lo sospechamos, habría sido una histérica de proporciones. Quién sabe, tal vez hubiera sido una especie de Melanie Klein wini-lacaniana, pero con estilo y encanto. Porque hay que decirlo, si alguien tiene estilo en la Escuela it is this psychonalyst: es cosa de ver su caminar pausado y el cuidado que pone al vestir, sus movimientos y tono de voz. Y sí, sin duda, hubiera sido el centro de atención indiscutido si, en vez de temerle a la castración, hubiese envidiado el pene. Quizás habría embobado al ganado masculino al pasearse por los pasillos fumando su pipa (¡ni hablar de su puro!) y bamboleando su graciosa anatomía, y es probable que sus clases se llenasen aún más, y que uncle Freud and Herr Heidegger hubiesen sonado de modo más sexy en sus supuestos féminos labios. Después de todo, el narcisismo femenino es canalizado, no con intelectualización, sino que con coquetería. Así, si el personaje en cuestión ya se maneja bastante bien en esas lides, ¡imaginad si su destino le hubiese deparado un cuerpo de mujer!

Entrar en aquel mundo posible, inevitablemente trae más preguntas ¿Qué tan malvado o bondadoso pudiese haber sido su pecho? ¿La entrañable Colomina hubiese sufrido de urticariosas parálisis conversivas al leer el DSM-IV? ¿Se habría convertido el psicoanálisis en su falo? ¿Habrían sido sus clases poseedoras de aún más histrionismo, asemejándolas así a un café concert cocolegraniano? ¿Hubiese resuelto la interrogante de Schreber sobre la idea de que habría de ser muy agradable ser una mujer en el momento del coit...?

¡Basta! Muchas preguntas quedarán eternamente en el tintero; ya he hablado en demasía y es el momento de comenzar a reprimir, after all, I see him every week, class by class...

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