mayo 01, 2007

Recuerdo los “nudos borromeos”, las “bandas de Moebius”, los S1 y S2 imbuidos de la lógica del amo (que son aquellas uvas bien grandes sin pepas de exportación) y del esclavo (las pasas, por ejemplo) y la condición del objeto “a” (ya entramos aquí en un juego más rebuscado de mixtura de cepas, hablemos, por ejemplo de la intersección vitivinícola de Cabernet Sauvignon, Syrah y Carménère). Recuerdo por sobretodo, “la gran uva” tan sacada a colación por mi profesor (además de sommelier) de Pisco-análisis, en mi carrera de Pisco-logía de una prestigiosa universidad de Santiago. Recuerdo que este profesor de sesenta y tantos, seguía vigente en las conversaciones de cualquier pasillo...más de una vez vi escrito en las puertas de los baños: “C. está como el vino” (algunas más osadas grafiteaban que estaba ardiente como el pisco!)... y en más de una ocasión muchos chicos lo perseguían en el recreo para aclarar dudas (de por qué los vinos de reserva con sabor a cereza, si no eran preservados a 17-18° C se convertían en un pasado radical; de por qué “la gran uva” estructura de tal manera al Brandy, que lo hace diferenciarse del Pisco por el aguardiente...ah, y también alguna vez escuché a alguien preguntar en la escalera hacia la sala de clases: “¿Cómo Sigmuva Freud hubiera destilado a una uva histérica para conseguir de ella pisco sour?”). Mientras todos nos ibamos a casa cuestionándonos el porqué de que a Whiskyhegel no se le saturara la nariz al beber alcoholes en estado puro o con la cabeza en los aromas maderizados que nuestra carrera nos obliga a descrifrar, él seguramente se iba, escondido, a pisar las uvas que estaban en grandes toneles en el patio trasero de la universidad, cerca de las canchas (seguramente evocaba las vendimias pasadas en sus tantos años de vida). De hecho, una vez parece que lo descubrieron en una situación indecorosa que escandalizó a la administración. Lo que llegó a mis oídos fue la siguiente escena (si gustan pueden recrearla en sus mentes): “C. fue visto en la bodega AM-1 a altas horas de la noche, sentado sobre un barril. Se dice que escuchaba silenciosamente como una uva se desprendía de una rama de parrón que el sostenía en la mano”. Algunos optimistas pensamos que investigaba casi como un asceta acerca del estrés post-traumático que puede padecer esa fruta al caer de su viña. Otros mal pensados buscaban que fuera encerrado en un loquero (“que no podemos permitir de docente a un tipo como este” “que marchemos por la universidad para que lo saquen” “que antes era tan destacado y ahora, mírenlo... arriba de un barril!” y cosas por el estilo que muchos como yo, que creemos hasta hoy en su maestría, no pudimos evitar).

Bueno, tras algunos días de carabineros en la universidad, huinchas de “peligro” por todos lados, ambulancias y peritos criminalísticos que nos preguntaban acerca de cada cosa que hacía C. en aquellos, sus días “normales” de universidad, este gran personaje fue encerrado. Sí, en un psiquiátrico. En este momento debe estar en un cuarto de paredes acolchadas, haciendo que sus días sean menos reales que sus oníricas noches. Por mi parte y todos los que lo apreciamos, no nos queda más que la incertidumbre..., aunque si sirve de algo, dicen que está siendo tratado con terapia psicoanalítica por un gran conocedor del tema... un tal Jaime algo, que hace clases en otra prestigiosa universidad de la zona sur de Santiago.

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