noviembre 01, 2006

La porquería epistemológica


Descartes quería ponerle la res ultracogitans pero se murió meditando.

Dicen las malas lenguas que la tesis de grado de Roberto González consistía un estudio que correlacionaba el uso de la palabra "depende" entre el estudiantado y los años de carrera que habían cursado. Frente a una afirmación del tipo "¿Cree Ud. que la teoría X explica mejor el fenómeno psicológico Y?", el siempre crítico y cauto estudiante de psicología marcaba la alternativa: e) depende.

Han pasado varios años desde entonces, pero el dato no deja de ser interesante: el estudiante de psicología es año a año más escéptico (¿o debiera decir relativista?).

Quiero creer que la mayoría (no todos, la mayoría) de los novatos se alinean en algún lugar dentro de estos dos polos: el realismo naïv y el solipsismo. El primero cree que la psicología algún día encontrará la verdad, que el método científico la lleva, que todo puede reducirse a una interacción de neurotransmisores, que el psicoanálisis es una "mentira" que debe ser erradicada de la faz del planeta.

El solipsista es todo lo contrario. Es el que te dice: "todo es mental". Para él las cosas no existen. Ni siquiera tú o tú o tú. Sólo "yo" soy real (?). La realidad de afuera es una ilusión o, en el peor de los casos, engañosa.

Todo Novato (y me atrevo a decir: toda persona) tiene más o menos una de las dos cosas: "Mentira, porque está científicamente demostrado que...", "¡Cómo los neurotransmisores que son así de chiquititos van a poder explicar esa reacción! Tiene que haber otra cosa...".

Y en la medida en que pasa el tiempo y nos vamos exponiendo a cada vez más formas de explicar las cosas (que nunca se acaban, nunca agotan todos los fenómenos, alguien por ahí dirá: "crean los fenómenos"), tenemos que ir cediendo terreno a la incertidumbre, al no sé, al "depende".

Van a tener que pasar un par de años antes que el daño orgánico nos impida seguir pensando bien [hasta yo caigo en esto], y cuando tengamos treinta-y-tantos vamos a empezar a "reconocer patrones" en la realidad. Y a darnos cuenta que tal o cual teoría nos hace mucho más sentido que las demás. (Nótese lo que estoy diciendo: no tiene nada que ver con la coherencia de la teoría en sí, tiene que ver con los hoyos que te salen en la cabeza).

Ese será el comienzo de lo que llaman: casarse con una teoría. Pero antes de los treinta (agradezcan a la providencia por esto) sólo viviremos con la incertidumbre y la duda eterna.

Hoy por hoy, el que la lleva es el constructivismo. Todos quieren ser constructivistas. Y muchos profes nos enseñan esta cuestión como si fuera la última chupada del mate, pero si te pones bien atento te das cuenta cuándo muestran la hilacha (olvidan que el constructivismo es un constructo, se les sale el comentario positivista, etcétera).

¿Adónde voy con todo esto? Voy a la cuestión de la epistemología: pienso que Psicología es una carrera especialmente sensible a este tema. En otras carreras sí hay verdades absolutas. En la nuestra, hay pocos cursos que enfrenten esta cuestión directamente. La mayoría de los estudiantes lo aprende con el correr de los años. Hay otros que no se dan ni por enterados (lo he visto, es terrible).

Me pregunto si no sería bueno poner un curso en primer año donde se traten de estas cuestiones. Quizás les ayudaría un poco a los novatos a comprender las misteriosas vicisitudes del tan promiscuo "depende". A veces –y por nuestro propio bien– conviene adentrarse en eso que Descartes casi llama la res ultracogitans.

X.

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