noviembre 01, 2006

The Chimney Sweeping

Confesiones Sobre Silvestre
(O sobre mis encuentros con el poder)

No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Se acaba el año. Se viene la locura de salvar el ramo pajero, que por fome jamás estuvo dentro de las prioridades. Empieza el verano y ese infernal calor santiaguino. Por tres meses se suspenden la histeria en las salas de clases y el maquiavélico coqueteo con los ayudantes. No más cafés despierta-muertos en la mañana, platos únicos, papas fritas grasosas y colesterólicas, Bernarditas y sucedáneos, pechos buenos, superyós en desusos, obsesivos, psicóticos, narcisistas, ególatras y arrogantes... En fin, se acaba el año y se acaba el CEPS.

Y a pesar de la espectacular pega que realizó nuestro querido Ceps, me veo en el deber -¡en la obligación incluso!- de contar un secreto que he callado durante bastante tiempo. Se trata de Silvestre. Así es, debo confesar un tórrido y descarriado affaire con tan estupendo gato.

Todo empezó en su cumpleaños, en que le canté Happy birthday Mr. President con voz sugerente, al borde mismo del orgasmo. Es que Silvestre provoca eso en las histéricas like me. Esa cola, esos movimientos de cabaret de poca monta, esas orejas fálicas, esos ojos seductores, ese cuerpo peludo: todo eso que inevitablemente lleva al just do it. Así, una cosa llevó a la otra y bueno, de pronto me encontré con Silvestre, en el CEPS, a puerta cerrada, mostrándome sus bigotes y sus talentos.

De esa forma fue pasando el tiempo. Nos encontrábamos donde fuera: en las salitas de la Biblioteca, en las canchas, en la N29, en clases de Psicoanálisis, en la fotocopiadora, en ese baño que está siempre cerrado por mantención, en la parte de atrás de la Cafeta, en la escalera fantasma debajo de la N14, en la oficina de Haye y en el Centro de Alumnos de Ciencias Sociales (sí, ese mismo que está junto a la N1).

Sin embargo, las cosas se enfriaron de sopetón. Un buen día fuimos sorprendidos por un neo-psi-conductista-cogni-sistémico-neo-conservador, quien no entendió la imperiosa necesidad de descargar las mociones pulsionales. Inmediatamente fui citada por el Gran Consejo Psico-puquiano, cuyas secretas sesiones se realizan en el desconocido módulo 11 cuando hay luna llena. Eran cinco sujetos encapuchados, de manos huesudas y voces crípticas. De nada sirvieron mis gritos, llantos, contracturas y desmayos: fueron inflexibles. Me obligaron a dejar nuestro affaire so pena de convertirme en el conejillo de Indias de los experimentos de Cornejo. Tiempo después supe que la verdadera razón de tal prohibición, fue que una mujer del alto mando le había echado el ojo a Silvestre y que, para llevar a cabo sus retorcidos planes sexuales con él, me debía dejar fuera del camino.

Pues bien, se está acabando el año y ya no veremos a Silvestre dando vueltas por ahí, con su aire poderoso y afrodisiaco. Ya no seguirá moviendo la cola y volviendo loca a todas las histéricas de la Escuela. Y sí, se está acabando el año y yo –charming Miss O– me voy de vacaciones. Quizás a la vuelta les cuente cómo me las arreglé para seducir al editor de este honorable pasquín y así continuar con esta columna.

See you next year!


En la imagen, Silvestre queriendo hacer de las suyas con las máximas autoridades de la Escuela.

No hay comentarios.: