octubre 01, 2006

Hanging Around

por Bruno Grossi

Revisando mi estadía encarcelada, en esta especie de libro biográfico, tengo la impresión de desconocer lo que he escrito en aquellas páginas de hace ya más de dos semanas. Las inyecciones periódicas que el profesor Cornejo me suministra; las acepto sin poner resistencia, e incluso (aunque ni yo entienda cómo) he sentido placer de estar solo en esta sala.

Sé que nunca he sido adepto a buscar nuevos estados de consciencia a través de la meditación, sé que me burlaba de los que buscaban autoconocerse y ni siquiera alguna vez tuve intensión de aprender yoga (aunque estuviera de moda) o algo de ese estilo místico... Pero, últimamente, una extraña fuerza interior –que sospecho ha sido provocada--, me impulsa a liberar energías que incluso podría reconocer a simple vista (veo sus colores cuando salen de mí).

El profesor Cornejo tenía razón con aquello de los “cambios evolutivos”, este nuevo despertar me ha conectado con pasajes de mi vida de niño que jamás había escuchado de mi madre. Aunque me pregunto, si estas nítidas imágenes de mi infancia serán reales o si todo es producto de un disfrazado delirio producido por las inyecciones. Ya no sé que pensar. Por un lado, soy feliz con estas nuevas capacidades, pero al mismo tiempo siento que ya no echo de menos a mí familia; es más no pienso en ellos casi nunca. Todo el día estoy haciendo ejercicios de meditación, hago dibujos abstractos de los cuales me impresiono, y lo más impactante fue cuando ayer me descubrí haciendo cálculos matemáticos mentales de problemas que yo mismo me auto-formulaba.

Pensamiento Bruno: Cuando recoja y, más tarde, lea mis anotaciones; Cornejo no sospechará en absoluto del plan de escape que estoy preparando en mi cabeza. El muy iluso cree que ya asumí mi encierro. Me extraña que él, sabiendo teóricamente todas estas nuevas capacidades que poseo, esté tan relajado y no dude sobre mis intenciones de fuga. En realidad, cuando esté afuera me va a dar un poco de culpa en denunciarlo, pues no está nada de mal mis nuevas “evoluciones”.

- Hola profesor, ¿Me va a pasar mas lápices a colores para seguir con mis dibujos?

Su cara lo dice todo, me mira como diciendo: “pobre loquito ya me dará las gracias cuando el proceso se complete”, si supiera...

- Hola Bruno, mañana te los paso porque a la cata se le olvido comprarlos.
- Ah ya, ya gracias. Mire que tengo unos dibujos en mi mente que no soportaría seguir viéndolos sin poderlos pintar tal cual como son. Me traen pesadillas, usted sabe, debe saber.

Pensamiento Cornejo: hasta cuándo le irá a durar el periodo de trance, ya debería haber acabado... a veces me llega a dar miedo el cómo experimenta el proceso.

- No te preocupes, mañana sin falta los tendrás en tus manos, aunque espero que no los gastes tan veloz como los anteriores, ¿eh?
- Se lo prometo, gracias profesor.

[Al otro día]

Fue más fácil de lo que yo pensaba. Cornejo entró calmadamente (acostumbrado a mi buena “conducta”). Al dar un paso en la sala, lo estaba esperando al costado de la puerta de espalda en la pared con mis asesinas y eficientes armas caseras. La primera estocada con el lápiz que él había olvidado pedirme la semana pasada (grave error de su parte) fue certera en la boca del estómago y antes que alcanzara a mascullar un atisbo de grito, con los cordones de mis zapatillas lo acogoté a sangre fría. En ningún momento vacilé, hasta que cayó inerte. Estaba orgulloso de la perfección con que llevé a cabo el plan, pero no había tiempo que perder. Salí sigiloso y me encontré con la Cata durmiendo en el sillón. Pensé en matarla a ella también, mas la salida a mi libertad estaba tan cerca que decidí que ya habría tiempo de venganzas. Entonces, con la habilidad de un ladrón abrí el candado de la puerta de salida. El aire frío me golpeó la cara, corrí a perderme en la ciudad.

Continuará...