septiembre 01, 2006

De lo circunstancial a lo efímero

por Juan Cristóbal Bartelsman (†2006)

Imagine ahora que conoce al amor de su vida haciendo una fila para entrar gratis al cine, una fila en la que sólo hay gente de cumpleaños, igual que usted, y que tiene el pensamiento fijo en la actual presencia y posterior ausencia de esa persona tan especial, impidiéndole esto pensar en acercársele para hablarle de lo que sea. Imagine que ella/él entra a ver otra película (Murphy, 1974), y que por muy temprano que termine la que veía usted, la que vio ella/él terminó antes porque era un cortometraje (Murphy, 1974). Usted sabe sólo dos cosas acerca de ella/él: 1) que es el amor de su vida y 2) que está de cumpleaños el mismo día que usted (i. ej. 7/11). ¿Qué hace? Supongamos que camina de vuelta a su casa, no se acuerda ni de cómo se llamaba la película que vio, que entra a una fuente de soda en Irarrázabal a comerse un completo porque le dio hambre y que entrando la/lo ve y no lo puede creer, pero sí, efectivamente ahí está, tomándose algo. Usted se alegra y piensa en acercársele, seguro/a de que el sentimiento es recíproco y esta seguridad hace que se de cuenta de que hasta ahora (precisamente ahora) no ha considerado la posibilidad de que ella/él ni siquiera lo/la haya visto en la fila. Esta duda hace que usted se acerque, pero temblando. Imagine que la/lo aborda y le dice algo. Aunque ella/él acceda a conversar, todavía falta mucho y en tanto puede usted enterarse de que ella/él tiene pareja, anillo e hijos como darse cuenta de que en realidad no era para tanto y desilusionarse mucho. Supongamos que ninguna de estas dos cosas pasa sino que todo lo contrario, y que encima ella/él se muestra interesada/o en seguir la conversación en otro lugar más intimo y menos luminoso (pub, café, su casa, la casa de ella/él, una esquina cerca, un bosque, la playa, estacionamientos subterráneos, un auto, otro planeta, etc.). Usted también. Imagine que ninguna de las innumerables cosas, procesos o personas que podrían afectar el desenlace de la historia –para mal– pasa, y el desenlace está tan bueno que se muere de ganas de contárselo a –literalmente– todo el mundo. Imagine que soñó todo esto anoche. Imagine que hoy es su cumpleaños y que NO va a poder ir al cine gratis porque tiene que entrevistar a un señor que no conoce para terminar un informe que dejó para último momento. Bienvenido a mi lunes siete de noviembre del 2005 a las 7:38 AM.

1 comentario:

Anónimo dijo...

un gladiador