mayo 01, 2006

The Chimney Sweeping

El Porqué del Ayudante

Dicen por ahí que las cosas no son lo que parecen. Ejemplo de ello son los ayudantes. Es que una cosa sumamente encantadora de esta Escuela es que, a pesar de estar plagada de mujeres, los ayudantes son principalmente hombres. Very interesting for me. Y, si bien, no son un blanco tan perfecto como los profesores para los seductores dardos anna-o-ísticos, hay que admitir que también el poder es afrodisíaco.

What are you saying Anna? Es simple, el poder que tienen los ayudantes sobre nosotros es innegable. Después de todo, de ellos depende en gran medida cómo pasemos el ramo. No por nada a algunos se les suben los humos a la cabeza.

Ahora bien, algo que me intriga es ¿por qué tanto hombre se vuelve ayudante? ¿Qué hay detrás de ese amor por la enseñanza? ¿Tiene que ver con el poder o con el hecho de que sus ayudandos van a ser, en su mayoría, mujeres? Puede ser una mezcla de ambos. Puede ser que estos pobres hombres busquen sublimar sus pulsiones sexuales por medio de las ayudantías –no olvidemos que están entre estupendas e histéricas mujeres el día entero–. De esta forma, seguirían rodeados de ellas, siendo además el centro de atención. Este punto es sumamente interesante, ya que mientras nosotras pensamos que estos tipos son preocupados y adorables, lo que en realidad hay es un “joteador” sublimado. Entonces, cuando los vemos parados explicando la materia, siendo comprensivos y pacientes, debemos saber que los recorren los más brutales deseos reprimidos para con nosotras.

And power? El poder, señores, el poder es el segundo ingrediente para cumplir sus deseos. ¿Cuándo van a tener tantos ojos femeninos sobre ellos si no es en ayudantía? ¿Cuándo van a disponer de la posibilidad de tener varias mujeres en sus manos si no es al corregir sus pruebas, al resolver sus dudas? Así es, el poder que tienen los vuelve atractivos y buscados por decenas de mujeres cada semestre –y ellos lo saben–. Al ocurrir eso, sus deseos se ven sublimados: obtienen lo que quieren –ser deseados y admirados–, pero “haciendo una buena obra”.

Es que así son las cosas: nunca son lo que parecen.

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