marzo 01, 2006

The Chimney Sweeping

¿Y después de Edipo qué?

Para ninguno de nosotros, futuros psicólogos –o psicólogos consumados o consumidos, según corresponda –es ajeno el complejo de Edipo, ya sea porque hemos oído de él, porque lo hayamos estudiado o porque la sospechosa relación entre un hijo y su madre nos lo haya recordado. Todos sabemos de qué hablamos al aludir al personaje de Sófocles. Y todos sabemos también que Freud fue quien, muy al pesar de señoras archiconservadoras y altamente escandalizables, sacó a la luz los intrincados dramas de los críos en su más tierna infancia. Es que son de temer; tras sus tiernas caritas se esconden brutales deseos incestuosos y álgidos instintos parricidas. Pero ¿y si Freud se hubiese equivocado? Edipo Rey, la magistral obra de Sófocles, terminaba en gran tragedia: Edipo, tras haber asesinado a su padre, descubría que Yocasta no sólo era su mujer, sino también su madre. Entonces ella decide suicidarse y él arrancarse los ojos. El asunto es que las trilogías no son invento moderno, y esta obra continúa con Edipo en Colono y Antígona. Justamente aquí, Erich Fromm hace su entrada, ya que Freud no se dio la molestia de seguir interpretando el mito, quedándose sólo en la primera parte.

Pues bien, Edipo en Colono trata sobre la lucha entre los hijos de Edipo por el trono de Tebas y cómo, cuando ellos van a pedirle ayuda a su padre, éste arroja todo su odio sobre ellos por pretender ocupar su lugar. En Antígona el panorama es similar: ella, hija de Edipo, rompe la ley y su tío, Creón, actual rey de Tebas, la castiga. El problema es que el hijo de Creón, al querer defender a Antígona, intenta asesinar a su padre, pero fracasa y se suicida. Así, las tres tragedias tienen algo en común: los problemas entre padres e hijos.

Así fue como Fromm le dio un nuevo enfoque al mito al interpretarlo a la luz de la trilogía. Tanto así, que para él todo lo relativo al incesto no es más que parte del decorado. De hecho, lo verdaderamente importante, estribaba en la rebelión del hijo contra la autoridad del padre. De esta forma, el tema central no sería el incesto, sino que la actitud frente a la autoridad.

¿Habremos de tomar partido entre Freud y Fromm? ¿Tendremos que elegir cuál será nuestra teoría regalona? ¿Y si ambos tuvieran razón? ¿Podría ser que el mito fuera lo suficientemente amplio como para permitir ambas interpretaciones e incluir, quizás, aún más? Independiente de las intenciones de uno u otro autor, o sus inconscientes y proyecciones, algo hay de verdad en la obra de Sófocles que ambos intuyeron y teorizaron, pero que tal vez no alcanzaron a ver en su totalidad. Después de todo, quizás no sea una locura afirmar que la trilogía de Edipo consista en un sólo gran problema: la confusa y contradictoria relación del hombre entre la ley y el deseo.

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